En un discurso ofrecido a los participantes de la Conferencia “Vulnerabilidad y comunidad, entre acogida e inclusión” —que fue leído de nuevo por Mons. Filippo Ciampanelli al persistir el refriado del Papa Francisco—, el Pontífice ha ofrecido tres pistas a tener en cuenta en este campo.
En primer lugar, “para acoger a los hermanos y hermanas vulnerables, debo sentirme vulnerable y acogido como tal por Cristo. Él va siempre por delante de nosotros: se hizo vulnerable, hasta la Pasión; acogió nuestra fragilidad para que, gracias a Él, podamos hacer lo mismo”.
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“Si permanecemos en Él, como sarmientos en la vid, daremos buenos frutos, incluso en este vasto campo de la acogida”, ha añadido.
El segundo consejo del Santo Padre es considerar que “la vulnerabilidad no puede ser una cuestión ‘políticamente correcta’, ni una mera organización de prácticas, por buenas que sean”. Esta advertencia está relacionada con el riesgo de que “la vulnerabilidad puede convertirse en una categoría, las personas en individuos sin rostro, el servicio en una "actuación”.
Esta es la razón por la que enfatiza que “debemos permanecer firmemente anclados al Evangelio, a Jesús, que no enseñó a sus discípulos a planificar el cuidado de los enfermos y los pobres” sino que quiso formar a los Doce “en un estilo de vida estando en contacto con los vulnerables, en medio de ellos” que el Espíritu Santo imprimió en ellos tras la Resurrección, puntualizó.
Esta forma de vida ha sido acogida por “hombres y mujeres que se hicieron santos amando a las personas vulnerables”, algunos de los cuales están canonizados. Respecto de los que no tienen un reconocimiento oficial de su santidad, el Papa animó a “compartir con sencillez y gratitud las historias de estos testigos ocultos del Evangelio”.
La tercera pista ofrecida por el Santo Padre llama a tener presente que, “en el Evangelio, los pobres, los vulnerables, no son objetos, son sujetos, son protagonistas junto con Jesús del anuncio del Reino de Dios” como se revela, por ejemplo, en los episodios de la curación del ciego Bartimeo o el exorcismo de María Magdalena quien, a pesar de haber estado “atormentada por siete demonios, se convirtió en la primera testigo de Jesús resucitado”.