Aunque su fiesta se celebra el 28 de octubre, es costumbre en muchos lugares festejar a San Judas Tadeo el día 28 de cada mes. En ese contexto, compartimos una antigua tradición, contada por un importante historiador eclesiástico y un santo, que señala lo que le pasó a los nietos de San Judas Tadeo ante un emperador romano.
Eusebio de Cesarea (aprox. 260 - 341 d.C.) en su libro Historia Eclesiástica señala que el emperador romano y “césar” Domiciano (51 - 96 d.C.) mandó matar “a los de la familia” del rey David. Los descendientes de San Judas Tadeo fueron delatados porque eran de esta estirpe real y parientes de Jesús.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Aquí es preciso resaltar que tanto San Mateo como San Lucas presentan a Jesús como el descendiente del rey David, gracias a la línea real de San José. Además, la tradición señala que el Apóstol San Judas sería el primo hermano del Señor, por ser hijo del hermano de San José.
Eusebio cita textualmente a San Hegesipo, quien según la Enciclopedia Católica era un importante escritor del siglo II. San Hegesipo, Padre de la Historia de la Iglesia, indicó que los nietos de San Judas Tadeo fueron llevados “ante el césar Domiciano”, el cual les preguntó si eran descendientes de David “y ellos lo confesaron”. Es decir, reconocieron su ascendencia real.
“Luego (Dominiciano) les preguntó acerca del número de sus bienes o cuánto dinero poseían, pero ellos dijeron que entre ambos sólo sumaban nueve mil denarios, la mitad cada uno; y persistían en decir que ni siquiera esto tenían en metálico, sino que se trataba de la tasación de sólo treinta y nueve pletros de tierra, por la que pagaban impuestos y la trabajaban ellos mismos para su subsistencia”, afirmó San Hegesipo.
Eusebio continúa relatando que los nietos de San Judas Tadeo incluso enseñaron sus manos con callos, producto del trabajo manual constante que realizaban.
Cuando se les preguntó sobre el reino de Cristo y cuándo se haría presente, ellos respondieron que no era “un reino de este mundo”, sino celestial y que tendría lugar al final de los tiempos, cuando el Señor venga a juzgar a vivos y muertos.
Eusebio describe que Domiciano al observar todo esto no les reprochó, pero que sí “los menospreció como a gente vulgar”. Luego los dejó libres y detuvo la persecución a la Iglesia.
“Los que habían sido liberados dirigieron las iglesias por haber testificado y por pertenecer a la familia del Señor, y habiendo llegado la paz, vivieron hasta Trajano (emperador romano entre el 98 y el 117 d.C.)”, puntualiza Eusebio, siguiendo las enseñanzas de San Hegesipo.