Este sábado 17 de febrero ha fallecido a los 90 años en Bilbao (España) el Obispo Emérito de San Sebastián, Mons. Juan María Uriarte, cuyas actuaciones y posiciones pastorales sobre el terrorismo de ETA fueron controvertidas.
Ordenado sacerdote en julio de 1957, en 1976 alcanzó la dignidad episcopal como Obispo Auxiliar de Bilbao, diócesis en la que permaneció hasta 1991, cuando se le encargó asumir el Obispado de Zamora. Nueve años más tarde, en enero del año 2000 tomó las riendas de la Diócesis de San Sebastián a lo largo de casi una década, hasta que el Papa Benedicto XVI le aceptó la renuncia por motivos de edad en 2009.
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En los primeros años de la década de 1980, cuando la banda terrorista ETA asesinaba a razón de una o dos personas por semana, Mons. Uriarte, entonces en Bilbao, condenó estos actos. También criticó la respuesta al margen de la ley a través de los llamados Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) que operaron durante el primer Gobierno del socialista Felipe González.
Su posición fue entendida como más controvertida, cuando impulsó la publicación de la carta pastoral Hermanos y amigos de los presos, firmada el 25 de diciembre de 1990, en la que se aseguraba que, entre los miles de condenados en España, se encontraban “unos 470” que “son denominados generalmente presos políticos”, asumiendo así el lenguaje de los grupos de apoyo a los terroristas encarcelados por sus crímenes.
Menos de un año después fue enviado a Zamora. Siendo pastor de esa sede episcopal, entró en contacto con el entonces Ministro del Interior del Gobierno de José María Aznar, Jaime Mayor Oreja, político católico, quien se encontraba en la ciudad con motivo de su afamada Semana Santa en el año 1996.
Según detalla la diócesis castellano-leonesa, acordaron un desayuno el Jueves Santo y “lo que iba a ser en un primer momento una mera cortesía, se convirtió en una jornada intensa de diálogo y de reflexión sobre un asunto crucial en la vida de España: el terrorismo etarra”.
Tres años más tarde, Mons. Uriarte se convirtió en una pieza esencial para que se propiciaran encuentros entre el Gobierno y la cúpula de ETA en el año 1999, que finalmente se rompieron, continuando la acción terrorista de la banda nacionalista vasca de ideología marxista.
Al año siguiente fue destinado a la Diócesis de San Sebastián, en cuyo territorio se encuentran los lugares donde más apoyo se ha dado al terrorismo de ETA, sucediendo a Mons. José María Setién, Prelado abiertamente nacionalista.
En 2002, cuando se preparaba una ley para ilegalizar los partidos que apoyaran a la banda terrorista ETA, Mons. Uriarte impulsó una carta conjunta con sus hermanos en el episcopado de las diócesis de Bilbao y Vitoria, titulada Preparar la Paz.
En ella, se condena “la durísima violencia de ETA”, se afirma que la organización criminal “debe desaparecer” hasta el punto de afirmar que “todas las personas y grupos sociales y políticos sin excepción tenemos la obligación moral de definirnos netamente frente a ETA”.
Sin embargo, en el texto se cuestionaba la oportunidad del proyecto de ley “sean cuales fueren las relaciones existentes entre Batasuna y ETA” (sobradamente establecidas por la justicia) por las consecuencias que entendían casi inevitables: “Probablemente la división y la confrontación cívica se agudizarían”, escribieron. Además, criticaba la política de alejamiento de los presos de ETA de sus lugares de origen.
Ya como emérito, Mons. Uriarte volvió a pronunciarse de forma controvertida en 2012, cuando impartió una conferencia organizada por la Fundación Sabino Arana, que lleva el nombre del fundador del Partido Nacionalista Vasco.
En aquella ocasión, expuso que, si bien las víctimas del terrorismo tienen derecho a que se les haga justicia”, a ellas “no les corresponde decidir sobre pacificación o sobre política penitenciaria”. Al concluir su intervención preparada, añadió a preguntas de los presentes que la paz debía alcanzarse “sin vencedores ni vencidos”, expresión que muchos entendieron como equidistante.
En 2014, también se pronunció en contra del encarcelamiento de Arnaldo Otegui, miembro de ETA condenado, entre otros delitos, por secuestro; y abundó en la equiparación de las víctimas con expresiones como “sean del signo que sean”, dando a entender que los terroristas lo eran en algún sentido.
El entonces portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE) —hoy Arzobispo de Granada—, José María Gil Tamayo, recordó preguntado por estas declaraciones que Mon. Uriarte ya no era Obispo ejerciente y que la CEE ya había fijado su postura al respecto en el documento Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias del año 2002.
En ese documento se expresa que “una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer ni explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político legítimo de ningún sector de la población ni puede tenerla como interlocutor político”.
Según detalla en un comunicado la Diócesis de Bilbao, en referencia a la celebración de su 90 cumpleaños el pasado mes de junio, “en el tiempo en el que ejerció su ministerio episcopal ayudó a muchas personas y también confesó que ‘hizo sufrir’ a otras, por lo que, les pidió perdón públicamente”.