El Arzobispo de Madrid, Cardenal Cobo, presidió la Misa de clausura del Encuentro de Laicos sobre el Primer Anuncio celebrado este fin de semana en Madrid bajo el lema Pueblo de Dios unido en la misión en cuya homilía desgranó 3 tentaciones en la evangelización.
El Purpurado animó, siguiendo la perícopa dominical del Evangelio sobre la retirada de Jesús al desierto antes de su Pasión, a seguir sus pasos “para ser expertos en señalar dónde quedan los desiertos de nuestro mundo y para conocer de primera mano la sed de la humanidad concreta en la que vivimos”.
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Mons. Cobo subrayó además que el desierto “es la puerta del primer anuncio”, donde “la dirección primera es el otro, su sed, su necesidad”, pero donde entre muchas tentaciones, subrayó tres: la confrontación, el éxito inmediato y el descarte.
El Cardenal señaló en primer lugar que existen “confrontaciones, hasta violentas, que nos asaltan a menudo, no sólo en la sociedad, sino internamente en la Iglesia”, que han de ser afrontadas “con la frescura del diálogo”.
”El diálogo amable es la medicina que puede ofrecer el Evangelio a nuestro mundo, y nosotros somos sus testigos de misericordia y esperanza, no de oscuridad y condena”.
Una segunda tentación señalada por el Purpurado es la del éxito inmediato, la de “suplantar el ritmo que pone el Espíritu Santo, que es el protagonista de la evangelización”.
Esta tentación se caracteriza por la “impaciencia por recoger los frutos de la siembra del Evangelio”. Sin embargo, señala el Cardenal Cobo, lo que el Señor pide es preparar el terreno, sembrar la palabra y acompañar su crecimiento, pero “no que precipitemos el final de proceso, porque no somos nosotros quienes lo dirigimos”.
La tercera tentación enumerada por el Arzobispo de Madrid es la del descarte. En este sentido, expuso que “el Espíritu nos señala samaritanamente a muchas personas rechazadas y escondidas por nuestra sociedad” que a veces olvidamos incluir en los programas de evangelización.
“No podemos hacer una evangelización de primera y otra de segunda”, destacó el Purpurado, al tiempo que añadió: “En la misión evangelizadora no podemos excluir a nadie”, ni a los lejanos, ni a los alejados, “ni a muchos otros, que, con una fe débil, necesitan volver a acoger la Buena Noticia de Jesucristo”.
El Cardenal concluyó animando a considerar que “se nos abren providenciales oportunidades para la misión evangelizadora” y que, en un mundo en crisis, surgen comunidades que “buscan cambios de creatividad y fraternidad, en una constante lucha por las trasnochadas ideologías de antaño”.
“Está cerca el Reino de Dios porque esta es la Iglesia que es congreso, sínodo, esperanza y gente buena que se pone en marcha hacia las personas en su latido más profundo. Eso es signo del Espíritu”, expresó.