Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa Francisco ha recibido en audiencia a los Miembros de la Pontificia Academia para la Vida con ocasión de su Asamblea General, que se celebrará en Roma del 12 al 14 de febrero.
Al inicio de su discurso, el Papa Francisco recordó que la cuestión abordada durante la Asamblea General será la comprensión de lo que “califica al ser humano”.
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En esta línea, citó las nuevas tecnologías y los “asombrosos recursos” que ofrecen, al tiempo que afirmó que no es posible estar a priori “a favor” o “en contra” de las máquinas y las tecnologías.
Por el contrario, aseguró que lo que hay que hacer es “inscribir el conocimiento científico y tecnológico en un horizonte de sentido más amplio, evitando así la hegemonía tecnocrática”.
El Papa Francisco advirtió sobre el intento de reproducir al ser humano con los medios y la lógica de la tecnología y afirmó que “los seres humanos se enfrentan así a la limitación y la vulnerabilidad y son llamados a respetar la alteridad y a cuidarse mutuamente”.
Aseguró asimismo que “las crecientes capacidades de la ciencia y la tecnología llevan al ser humano a sentirse protagonista de un acto creador semejante al divino, que produce la imagen y semejanza de la vida humana, incluida la capacidad de lenguaje”.
Ante la “tentación insidiosa” de “infundir espíritu a la materia inanimada”, el Pontífice pidió discernir “cómo ejercer responsablemente la creatividad que el hombre se ha confiado a sí mismo”.
Según el Papa Francisco, “la tarea principal se plantea, pues, en el plano antropológico y exige el desarrollo de una cultura que, integrando los recursos de la ciencia y la tecnología, sea capaz de reconocer y promover lo humano en su irrepetible especificidad”.
Puntualizó que “sólo un ser humano puede reconocer, apreciar y convertir en sentido relacional a favor de los demás, asistido por la gracia del Creador”.
Más tarde, el Papa Francisco animó a los miembros del Dicasterio a mantener el diálogo, “que permitirá a cada uno exponer sus propias consideraciones mientras interactúa con los demás en un intercambio mutuo”.
Resaltó también que se trata de “un estilo de investigación exigente, porque implica atención y libertad de espíritu, apertura a aventurarse por caminos inexplorados y desconocidos, liberándose de todo ‘indietrismo’ estéril”.
Además, señaló que “el cristianismo siempre ha ofrecido importantes contribuciones, tomando de cada cultura en la que se ha insertado las tradiciones de sentido que allí encontraba inscritas: interpretándolas a la luz de la relación con el Señor, que se revela en el Evangelio, y sirviéndose de los recursos lingüísticos y conceptuales presentes en los contextos individuales”.
Por último, destacó que este es “un largo camino de elaboración, siempre a retomar, que requiere un pensamiento capaz de abarcar varias generaciones”.