Irasema Ángel, de 43 años de edad, cambió una vida de comodidades por una vida que ahora busca agradar a Dios. A las puertas de la Cuaresma, su testimonio es una prueba de la importancia de la conversión en la vida de los cristianos.
“Una Barbie representa un ideal de perfección poco realista; que fomenta la codicia, vivir solo para tener una vida llena de lujos y comodidades”, expresa Ángel, al comparar su infancia y su juventud con la famosa muñeca. Por ello, considera que de poder ponerle un título a su historia de vida, sería “Menos que una Barbie”.
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Desde muy joven, Ángel —de nacionalidad mexicana, pero residente en Estados Unidos— se vio envuelta en “una vida llena de lujos”. Una realidad que ella misma cataloga como “una caja de cristal llena de mentiras”, donde no existía la libertad ni la felicidad plena.
En una conversación con ACI Prensa, Ángel compartió que la relación con su padre siempre fue distante, algo que marcó su juventud. “En determinado momento mi padre le fue infiel a mi madre, y es ahí cuando a mí se me quebró el corazón”, puntualizó.
Con apenas 14 años, Ángel adoptó un estilo de vida rebelde, marcado por el feminismo, el hedonismo y la autosuficiencia. Esta superficialidad la llevó a alejarse de todos, incluida su familia, pero especialmente de Dios y de los Sacramentos.
“Yo pensaba que era dueña de mi propia vida y que no tenía que rendirle cuentas a nadie”, señaló.
Nacida en el estado mexicano de Baja California, comenta que “era muy común” que la influencia estadounidense llegara con fuerza hasta aquella región. Algo que reconoce que impactó profundamente en su manera de concebir el mundo, especialmente gracias a las producciones artísticas de Hollywood.
“Hollywood me adoptó y supo cómo venderme cine, moda, música y pornografía. Esto va deformando tu identidad y tu dignidad como hija de Dios”, afirmó Ángel. Asimismo, resaltó que en ese momento sólo pensaba en “pasarla bien y divertirse”.
Así transcurrieron esos años: entre bares y discotecas, de jueves a domingo sin descanso. Pronto, las fiestas se convirtieron en ocasión de drogas y lujuria. “Nadie me educó a mí y era muy fácil no controlarse. Eso me hizo esclava de las pasiones. En mi caso, no sabía diferenciar entre el amor y la lujuria. No había ni pudor, ni modestia”, relató.
Esta manera de vivir, comenta Ángel, impregnó de frivolidad todos los aspectos de su realidad. Desde la manera de vestir, hasta la manera de hablar y comportarse. Una situación que cambió radicalmente, después de varios años, cuando la Madre de Dios intervino en la vida de la joven mexicana.
La Virgen María y su historia de conversión
Después de un largo proceso personal, en el que Ángel dejó atrás su vida pasada y comenzó a formarse en la fe, comenzó a asistir a Misa en una parroquia de San Diego. Allí, “se esforzaba por cumplir la voluntad de Dios”, pero aún le costaba superar algunas situaciones arraigadas en ella desde hacía mucho tiempo.
En ese momento, cuando su fe empezaba a tambalear, una amiga le invitó a participar de una danza tradicional en honor a la Virgen de Guadalupe. En cada uno de los encuentros, el grupo de danza rezaba el Rosario antes y después de cada ensayo, en preparación para la peregrinación del 12 de diciembre.
Ese día, Ángel era una más de los peregrinos que veneraban a la Virgen. Afirma que durante el camino no sintió nada en particular, pero al momento de entrar en el templo, al final de la procesión, le sobrevino un llanto que aún no logra explicar. Su vida había cambiado.
“Yo no sabía lo que estaba ocurriendo. Jamás le había pedido nada a la Virgen directamente, pero sí pedía a Dios por mi conversión cada día. Entonces, Ella llegó y me rescató de las garras de Satanás”, indicó.
Desde ese instante, dejó atrás los pecados de su vida pasada. “Así fue que María llegó a mi vida y rompí con el pecado mortal”, manifestó. Y añadió: “Empecé a sanar mis heridas. Dios me dió otra oportunidad”.
La mexicana tiene ya 18 años “caminando de la mano de Cristo”. Para ella, el único objetivo al que debe aspirar un ser humano es a alcanzar la santidad. En ese sentido, hace un llamado a los jóvenes a “no conformarse con menos” y a que “sus estándares y expectativas siempre sean altos”:
“Aspiren a la santidad. Es un camino que no es fácil, pero con Jesús y María realmente se puede. Para mí ese es el verdadero éxito, no el que te ofrece el mundo. Este es el verdadero heroísmo”, precisó.
“El éxito que buscas es el sueño de Dios para tu vida, porque te protege del falso amor, te hace menos egoísta, más generoso, te devuelve tu personalidad, tu identidad y tu carácter”, concluyó Ángel.
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