El 27 de enero, miles de jóvenes provenientes de todos los rincones de México se congregaron en las faldas del cerro del Cubilete, en el estado de Guanajuato, con un propósito claro: encontrarse con Cristo Rey.
En las primeras horas del día, bajo el frío de la madrugada, la emoción y la esperanza iluminaban los rostros de aquellos que se dieron cita para este significativo encuentro.
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La jornada comenzó con un festival de música y adoración, proporcionando a los participantes la oportunidad de cantar, confesarse con los sacerdotes y compartir momentos de espiritualidad.
Con ánimos encendidos, la peregrinación comenzó. A lo largo de más de 20 kilómetros los jóvenes rezaron, lanzaron porras a Cristo Rey y disfrutaron de la compañía de peregrinos provenientes de distintos estados.
El sol, que ascendía con cada paso, acompañaba a la multitud en su caminar hacia el imponente monumento de 23 metros de altura que corona el cerro del Cubilete, erigido en 1950 en homenaje a los mártires de la Guerra Cristera.
Cerca de las 11 de la mañana el cansancio se mezclaba con la alegría en los rostros de la mayoría de los peregrinos que comenzaban a llegar a la imponente imagen de Cristo Rey.
Unos metros más abajo, en la ermita, donde alguna vez estuvo la primera imagen de Cristo Rey y que fue dinamitada durante la Guerra Cristera, Andrea Perea, presidenta de Testimonio y Esperanza —movimiento organizador—, alentó a los jóvenes a no “permanecer ociosos e indiferentes” ante los retos del país.
Habló en nombre de la juventud, expresando el deseo de trabajar como equipo para construir una "nación en paz, libre de violencia, del imperio del crimen organizado, de la falta de acción, de la impunidad y de la división entre hermanos".
A mediodía se celebró la Eucaristía presidida por Mons. Alfonso Cortés Contreras, Arzobispo de León; y Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, Obispo de Celaya.
Durante la homilía, Mons. Cortés Contreras reconoció las “fracturas profundas que vive la nación”, pero instó a los jóvenes a ser “esperanza” y a mirar hacia el futuro con “dignidad y compromiso cristiano”.
Tras la celebración de la Misa, los jóvenes regresaron a sus estados, portando la llama de la fe y un compromiso ardiente.
La peregrinación al Cubilete, además de un acto de devoción, fue un llamado urgente a la acción y a la participación activa en la transformación de México.