El Papa Francisco aprobó este 24 de enero el decreto que reconoce el martirio del sacerdote P. Michal Rapacz, asesinado en Polonia por comunistas que odiaban la fe, el 12 de mayo de 1946. Con este reconocimiento, el presbítero de la Arquidiócesis de Cracovia, de la que fue Arzobispo el Papa Juan Pablo II, podrá ser proclamado beato.

La Arquidiócesis de Cracovia señala en su sitio web que cuando los comunistas tomaron el poder en Polonia, luego del fin de la Segunda Guerra Mundial (1939 -1945), también querían acabar con el clero católico, como lo intentaron antes los nazis. El P. Machal fue uno de los muchos curas polacos que perdieron la vida a manos de los comunistas en el país.

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El P. Michal nació el 16 de septiembre de 1904 en el pueblo de Tenczyn, en una familia de campesinos. Asistió a la escuela primaria de su ciudad y luego a la secundaria en Myślenice. En 1926 ingresó al Seminario Mayor de Cracovia y fue ordenado sacerdote el 1 de febrero de 1931. Tenía 26 años.

Trabajó en la parroquia de Ploki, en la de Raicza y nuevamente en Ploki, donde su interés estuvo en servir a los jóvenes, demostrando una intensa vida de oración, así como celo y amor en su trabajo cotidiano.

También ayudaba material y espiritualmente a los pobres, que habían aumentado considerablemente tras el fin de la guerra. Esto no agradó a los comunistas, quienes tampoco soportaron su “audaz reivindicación del lugar de Dios y de la Iglesia en la vida social”, señala la Arquidiócesis de Cracovia.

Los comunistas lo llegaron a sentenciar a muerte por esto y había recibido varias amenazas. Ante ellas llegó a decir: “Estoy dispuesto a dar mi vida por mis ovejas”.

En la noche del 11 al 12 de mayo de 1946, un grupo de comunistas lo llevaron a un bosque cercano a su parroquia y lo ejecutaron. Testigos señalan que sus últimas palabras fueron: “Padre, hágase tu voluntad”.

Un grupo de fieles, que lo esperaba para la Misa de la mañana, se enteró de la noticia y corrieron al bosque. Un testigo cuenta lo siguiente: “La gente lloraba en la escena del crimen. Escuché las siguientes palabras: ‘el sacerdote murió por su fe’. Mojaron pañuelos en la sangre del padre Rapacz porque decían que era ‘la sangre de un santo, un santo’”.