En la historia de la Iglesia Católica, diversos santos y beatos han descrito cómo es el infierno e incluso el lugar preciso donde estarían los "malos cristianos", en base a visiones y mensajes que recibieron durante sus vidas.
1. La estructura del infierno
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Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia, aseguró que cuando el Señor le mostró el infierno le pareció estar en una “entrada a manera de un callejón muy largo, y estrecho, a manera de horno muy bajo, y oscuro, y angosto: el suelo me parecía de una agua como todo muy sucio, y de pestilencial olor”.
Santa Francisca Romana también estuvo en la entrada del averno. Según el testimonio de su confesor, el P. Juan Mattiotti, allí ella “vio un abismo grandísimo y terribilísimo”. Además, había letreros con esta advertencia: “Este es el infierno sin esperanza y donde no hay jamás consuelo”.
Según el relato de la Beata Ana Emerick, el infierno que ella vio tenía “la forma de un edificio inmenso, tenebroso, alumbrado con una luz metálica”. Asimismo, aseguró que tenía una entrada con “enormes puertas negras con cerraduras y cerrojos”. Pero los ángeles las derribaron y los enemigos adoraron a Cristo cuando Él descendió a los infiernos.
La Beata Emerick sostuvo que allá hay prisiones, cavernas, desiertos y lagos que llevan al “disgusto y el horror”. Santa Faustina Kowalska dijo que en el infierno “existen cavernas y fosas de tortura donde cada forma de agonía difiere de la otra”.
2. Los tormentos según Dios Padre
Algo poco usual en la vida de los santos es que el mismo Dios Padre les hable directamente. Un caso muy particular fue el de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia. En su obra llamada El Diálogo, la santa narra que el Padre Eterno le indicó los cuatro principales tormentos del infierno, de los cuales se derivan todos los demás suplicios.
Según los relatos de la santa, Dios Padre describió que el primer tormento es que las almas condenadas se ven privadas de Él. Esto les produce un dolor tal que preferirían el fuego y crueles tormentos para poder verlo. Esta agonía activa el segundo tormento que es el dolor del gusano de la conciencia, porque son conscientes que por su propia culpa no pueden estar con Él.
El tercer tormento es la visión de los demonios porque “viéndolos se conocen más a sí mismos, esto es, conocen que por culpa suya son dignos de ellos”, le indicó el Padre Eterno. Además, añadió que en los demonios esas almas ven su propia figura tan horrible “que no la puede imaginar el corazón humano”.
El cuarto es el fuego. Dios Padre le aseguró que el alma es inmaterial y no se puede consumir, pero que Él en su justicia divina ha “permitido que la queme sufriendo, que la aflija y no la consuma”. Luego enfatizó que el fuego la hace sufrir con grandes penas, en diversas formas y dependiendo de la diversidad de los pecados y la gravedad de la culpa.
3. El lugar de los “malos cristianos” en el infierno
En la Leyenda Dorada del Beato Santiago de la Vorágine se narra que cierto día el Abad San Macario, gran luchador contra los demonios, se encontró con una calavera. El santo, luego de rezar a Dios, le preguntó a quién pertenecía ese cráneo y dónde estaba su alma.
La calavera le respondió que era de un hombre pagano y que su alma estaba hacia el fondo del infierno. Entonces el Abad le interrogó sobre quiénes estaban debajo de su alma. La calavera le indicó que al fondo se encontraban las almas de los “malos cristianos”, pues “durante su vida despreciaron la sangre de Cristo con que fueron redimidos”.