En su homilía de la Misa por el V Domingo de la Palabra de Dios, el Papa Francisco resaltó la importancia de no ser “sordos” ante ella, de darle un lugar privilegiado en la vida para poder ser mensajero y testigo del Señor en un mundo que la ignora, pero que está sediento de ella.
Así lo indicó el Santo Padre al celebrar la Eucaristía en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, en la que reflexionó sobre el pasaje del Evangelio de San Marcos, que narra cómo Jesús le habló a unos pescadores, sus primeros discípulos, que lo dejaron todo y lo siguieron.
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En la Misa se confirió también los ministerios de Lector y Catequista a hombres y mujeres laicos provenientes de Brasil, Bolivia, Corea, Chad, Alemania y Antillas.
“La Palabra de Dios despliega la potencia del Espíritu Santo. Es una fuerza que atrae hacia Dios, como les sucedió a los jóvenes pescadores, que quedaron impresionados por las palabras de Jesús”, explicó el Papa en su homilía.
“La Palabra, por tanto, nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás. Nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás, ese es su dinamismo. No nos deja encerrados en nosotros mismos, sino que dilata el corazón”, prosiguió.
El Papa Francisco resaltó asimismo que la Palabra de Dios “suscita la misión, nos hace mensajeros y testigos de Dios para un mundo colmado de palabras, pero sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora. La Iglesia vive de este dinamismo, es llamada por Cristo, atraída por Él, y enviada al mundo para testimoniarlo”.
El Pontífice señaló luego algunos ejemplos de santos, en cuya historia la Palabra de Dios “ha sido decisiva”, como San Antonio, Santa Teresa del Niño Jesús “que descubrió su vocación leyendo las cartas de San Pablo” o San Francisco de Asís, todas “vidas transformadas por la Palabra de vida, por la Palabra del Señor”.
No ser “sordos” a la Palabra de Dios
“¿Por qué para muchos de nosotros no sucede lo mismo? Muchas veces escuchamos la Palabra de Dios, nos entra por un oído y nos sale por otro, ¿Por qué?”, cuestionó el Papa Francisco.
“Es necesario no ser ‘sordos’ a la Palabra. Es el riesgo que corremos, ya que abrumados por miles de palabras, no damos importancia a la Palabra de Dios, la oímos, pero no la escuchamos; la escuchamos, pero no la custodiamos; la custodiamos, pero no nos dejamos provocar por ella para cambiar; la leemos, pero no la hacemos oración”.
Tras recordar que los primeros discípulos dejaron la vida que llevaron hasta su encuentro con Jesús, el Papa destacó que “quien está en contacto con la Palabra se libera de las ataduras del pasado, porque la Palabra viva descifra la existencia, cura también la memoria herida implantando el recuerdo de Dios y de las obras que ha hecho por nosotros”.
Las palabras del Señor, prosiguió, “son como la miel, dan gusto a la vida, suscitan la dulzura de Dios, nutren el alma, alejan el miedo, vencen la soledad. Así como movieron a aquellos discípulos a dejar la repetitividad de una vida hecha de barcas y de redes, así en nosotros renovarán la fe, purificándola y liberándola de tantas escorias, llevándola de nuevo a los orígenes, a la fuente genuina que brota del Evangelio”.
¿Qué lugar tiene la Biblia, la Palabra de Dios en mi vida?
“El Domingo de la Palabra de Dios nos ayuda a volver con alegría a las fuentes de la fe, que nace de la escucha de Jesús, Palabra de Dios vivo. Mientras se dicen y se leen constantemente palabras sobre la Iglesia, que Él nos ayude a redescubrir la Palabra de vida que resuena en la Iglesia. De lo contrario terminaremos por hablar más de nosotros que de Él; y muchas veces al centro quedarán nuestros pensamientos y nuestros problemas, en vez de Cristo con su Palabra”, subrayó el Papa Francisco.
El Santo Padre preguntó luego: “¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿Dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida? ¿Tengo en el bolso un pequeño ejemplar del Evangelio para leerlo?”.
“Muchas veces he aconsejado de llevar siempre consigo el Evangelio, en el bolsillo, en el bolso, en el teléfono. Si amo a Cristo más que a nadie, ¿Cómo puedo dejarlo en casa y no llevar conmigo su Palabra? Y una última pregunta: ¿he leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios?”.
“El Evangelio es el libro de la vida, es sencillo y breve y, sin embargo, muchos creyentes nunca han leído uno desde principio hasta el final”, lamentó el Pontífice.
Para concluir, el Santo Padre recordó que “la Escritura dice que Dios es ‘principio y autor de la belleza’, dejémonos conquistar por la belleza que la Palabra de Dios trae a nuestra vida”.