El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, afirma en su última carta semanal que “la Palabra de Dios se ha revalorizado enormemente” desde el Concilio Vaticano II (CVII). 

El Prelado destaca que el CVII “dedicó especial atención a la Palabra de Dios, desde el punto de vista de la revelación de Dios (Dei Verbum) y desde el punto de vista litúrgico como diálogo de Dios con el hombre de hoy y respuesta del hombre a Dios que se comunica (Sacrosanctum Concilium, sobre la sagrada liturgia)”. 

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En consecuencia, Mons. Fernández considera que la reforma litúrgica del CVII propició “el enriquecimiento superlativo de la Palabra de Dios en las celebraciones, sobre todo en la Misa”, en contraste con la situación anterior en la que “pesaba en nuestros ambientes católicos la prohibición de libre acceso a la Palabra de Dios, por temor a la libre interpretación de los protestantes”.

El Obispo de Córdoba recuerda que, con la Jornada de la Palabra de Dios, que se celebra este domingo desde hace cinco años por iniciativa del Papa Francisco, “Dios quiere impulsar esa renovación del concilio, que ha dado excelentes resultados”. 

En concreto, señala como ejemplos la meditación del Evangelio diario o la multiplicación de grupos de lectura orante y creyente de la Biblia, de tal manera que “la Palabra de Dios ocupa un puesto central” en muchos entornos católicos.

Esta jornada coincide en muchos países con la celebración de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Para el Obispo es interesante considerar que “la Palabra de Dios es un elemento que tenemos en común” con el resto de confesiones cristianas. 

En este sentido, ha destacado cómo las comunidades protestantes “nos aventajan a los católicos en el cuidado, en el estudio, en la meditación de la Palabra de Dios”.

El prelado añade que, si bien los católicos pueden aprender de ellos, al tiempo los fieles a Roma pueden mostrar a los protestantes “que esa Palabra se prolonga en la Eucaristía en una presencia viva, real y substancial”.

El Obispo de Córdoba expresa su deseo además de que “nos ayude estos días para la oración pensar en el deseo del corazón de Cristo: ‘Que todos sean uno… para que el mundo crea’. Las divisiones son fruto del pecado, la unión será fruto de la gracia, del perdón mutuo y de la acogida de unos a otros”.