Con ocasión de la fiesta de San Antonio Abad, padre de los monjes cristianos, les compartimos una reflexión que este santo dio a sus seguidores en la que explica cómo diferenciar entre una aparición demoníaca y una divina.
Esta meditación aparece en el libro Vida, atribuido al Obispo San Atanasio, y que según la Enciclopedia Católica es considerado por los eruditos como “un registro sólidamente histórico”.
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En una ocasión, San Antonio Abad, luego de hablar a sus monjes sobre la falsedad de las predicciones de los demonios, les indicó que cuando los enemigos se les aparezcan de noche diciendo que son los ángeles, debían ignorarlos.
“Si alaban su práctica de la vida ascética o los llaman santos, no los escuchen ni tengan nada que ver con ellos. Hagan más bien la señal de la Cruz sobre ustedes, sobre su morada y oración, y los verán desaparecer. Son cobardes y le tienen terror mortal a la señal de la Cruz de nuestro Señor”, explicó.
No obstante, si los enemigos les insisten bailando alrededor o cambiando de apariencia, el sabio Abad les señaló que no les temieran porque se puede “distinguir entre el bien y el mal cuando Dios lo garantiza”.
“Una visión de los santos no es turbulenta, ‘pues no contenderá ni gritará, y nadie oirá su voz en la calles’ (Mt 12, 119; cf. Is 42, 2). Tal visión llega tan tranquila y suave, que de inmediato hay alegría, gozo y valor en el alma. Con ellos está nuestro Señor, que es nuestra alegría, y el poder de Dios Padre”.
En este sentido, San Antonio afirma que los pensamientos del alma quedan en calma, lo que permite contemplar la aparición. Además, se produce un fuerte anhelo de las cosas divinas.
Pero si alguno siguiera sintiendo temor, el santo afirma que los que se aparezcan expulsarán “el temor por el amor”. Luego da algunos ejemplos de ángeles en el Nuevo Testamento, quienes hicieron sus apariciones pidiendo a las personas que no tengan miedo, tal como lo hizo el Arcángel Gabriel con la Santísima Virgen María.
“Temor, en estos casos, no es cobardía del alma sino conciencia de la presencia
de seres superiores. Tal es, pues, la visión de los santos”, precisa.
En resumen, San Antonio explica que si en una aparición sienten temor, que se va rápidamente, y pasan a un estado de alegría inefable, calma, valentía y amor de Dios, “entonces alégrense y oren; su gozo y la tranquilidad de su alma dan prueba de la santidad de Aquel que está presente”.
Por otro lado, cuando se trata de una manifestación demoníaca hay confusión, ruidos, gritos, alaridos, groserías, terror, tedio, tristeza, miedo de la muerte, deseo del mal y “un completo cambio de carácter".
En este sentido, el santo sostiene que si el alma sigue con miedo en una aparición es porque está el enemigo ya que los demonios no quitan ese sentimiento. Al contrario, cuando ellos ven a las personas con temor, entonces las aterrorizan más y les piden postrarse y adorarlos.