El Obispo de Córdoba (España), Mons. Demetrio Fernández, aborda en su última carta semanal con motivo de la Solemnidad de la Epifanía, la oportunidad que representa de encuentro con el Señor, y resalta que los Reyes Magos, a quienes se recuerda en este día, “nos enseñan a buscar a Dios a pesar de las dificultades”.
El Prelado subraya que “las fiestas litúrgicas de la Navidad son, por tanto, momento privilegiado para el encuentro con Jesucristo”. En ellas “Él sale a nuestro encuentro, pero quiere al mismo tiempo que nos pongamos en camino, como los Magos, en la búsqueda de Dios, saliendo de nosotros mismos y de lo nuestro para abrirnos a lo de Dios, que nos diviniza y nos hace hijos”.
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También la Solemnidad de la Epifanía es “una fiesta misionera de anuncio y de testimonio de lo que hemos visto y oído. La vuelta a la vida cotidiana, cuando uno ha vivido el misterio, se hace más llevadera, porque ha encontrado nuevos estímulos para abrazar a Dios en la propia vida y para crecer en la solidaridad con los hermanos”.
Antes de ofrecer estas conclusiones, el Obispo de Córdoba hace un recorrido por tres momento de epifanía como son la adoración de los Reyes Magos, el bautismo de Jesús en el Jordán y el milagro de las bodas de Caná.
Respecto de la llegada de los Magos para adorar al Niño en Belén , el Prelado alerta de que este relato “va revestido de tanta parafernalia, que tenemos el riesgo de no entrar en lo que se celebra este día santo”.
En este sentido, subraya que “los Magos de Oriente nos enseñan a buscar a Dios a pesar de las dificultades que encontramos por el camino y a pesar de las oscuridades propias de la vida”.
En referencia al Bautismo de Jesús en el Jordán, Mons. Fernández recuerda que en este episodio se hace patente cómo “Jesucristo, Hijo de Dios, baja a lo más hondo de la tierra, se junta con los pecadores, a los que ha venido a redimir y nos hace hijos de dios por el agua y el Espíritu en el bautismo”.
El acontecimiento de las bodas de Caná es “el momento de la autorrevelación de Jesús como esposo , que nos trae a cada uno una alegría completa y que no se acaba” representado en “el vino de la alegría mesiánica”.
La epifanía, en cualquiera de sus formas, resume el Prelado, “no se trata de una simple manifestación, sino de una transformación profunda del corazón humano”.