En la historia de la Iglesia, dos santas llamadas Catalina no sólo comparten el mismo nombre, sino también un hecho prodigioso que marcó sus vidas durante la celebración de la Navidad, a pesar de que vivieron en épocas diferentes. Se trata de Santa Catalina de Siena y Santa Catalina de Bolonia, y a continuación se relata la experiencia única que ambas compartieron.
De acuerdo al escritor dominico Fray Alfredo Scarciglia, O.P., en un artículo publicado en el sitio web de la Provincia Romana de Santa Catalina de Siena, esta santa laica dominica (1347-1380), defensora del papado y Doctora de la Iglesia, tuvo el privilegio de cargar en sus brazos al bebé Jesús “la noche de Navidad de 1370”.
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“La Santísima Virgen María se le apareció en su celda y le entregó al Niño Jesús en sus brazos”, describió el fraile. Este hecho está plasmado en una pintura titulada “Maternidad mística de Santa Catalina” del artista Alessandro Franchi y que se encuentra en el oratorio del dormitorio del Santuario-Casa de la santa italiana.
Por otro lado, se cuenta que en la Navidad de 1445, algo similar le sucedió a Santa Catalina de Bolonia (1413-1463). En el libro Vidas de los Santos del P. Alban Butler, se recoge lo que la santa contó con sus propias palabras sobre la experiencia mística navideña que vivió.
Esta santa clarisa y mística indicó que le pidió permiso a su superiora para quedarse toda la noche de Navidad en la iglesia del monasterio. Estando allí, rezó con fervor mil Avemarías. Al llegar la medianoche, una visión la sorprendió.
“Apareció la Santísima Virgen, llevando en sus brazos al Niño Jesús cubierto con pañales”, recordó. La Madre de Dios se le acercó y puso al divino bebé en sus brazos. La santa, llena de alegría, lo acarició con mucha reverencia, lo estrechó cerca de su corazón y le dio un beso en el rostro.
No obstante, en el momento en que Santa Catalina de Bolonia intentó acercar sus labios a la boca del Divino Niño, “se esfumó la visión” y ella quedó “sumida en un gozo indescriptible”.
El Directorio Franciscano de santos indica que antes de morir, el rostro de Santa Catalina de Bolonia “se volvió hermoso y sereno” y murió tras pronunciar tres veces el nombre de Jesús. Su cuerpo fue desenterrado dos veces porque eran numerosos los milagros que los fieles obtenían con su intercesión. Se dice que sus restos expedían un suave perfume.
Finalmente, el cuerpo de la santa fue puesto en una urna de cristal, en una capilla del Santuario del Corpus Domini de Bolonia. Allí permanece sentada hasta nuestros días.