Con la celebración este 20 de diciembre en la parroquia de Los Doce Apóstoles de Madrid (España), presidida por el Obispo Auxiliar D. Juan Antonio Martínez Camino, se concluyen las ceremonias de clausura del Año Jubilar de La Obra de la Iglesia, institución eclesial de derecho pontificio.
Este Año Jubilar se ha celebrado debido al 25º Aniversario de la Aprobación Pontificia de la Institución, el 20 de diciembre de 1997, concedida por San Juan Pablo II.
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Desde principios de diciembre han tenido lugar diferentes eventos en varias diócesis en las que está presente La Obra de la Iglesia. Además de en otras ciudades españolas, también hubo celebraciones de clausura en el Santuario de Santa Ana de Nayón, en Quito (Ecuador), y en la parroquia de Nuestra Señora de Valme en Malabo, Guinea Ecuatorial, donde esta institución ya está presente de manera estable.
La inauguración oficial de estas dos recientes fundaciones, explica a ACI Prensa el P. Miguel Silvestre Bengoa, miembro de La Obra de la Iglesia, “se ha querido enmarcar de manera especial dentro de este Año Jubilar y por ello sólo podemos dar gracias a Dios de que ya haya llegado al continente americano y al continente africano”.
Por su parte, la clausura del Año Jubilar en Roma tuvo lugar en la parroquia dedicada a Nostra Signora di Valme, en el barrio de Villa Bonelli, donde se encuentran los restos de la Madre Trinidad, fundadora de La Obra de la Iglesia.
El sacerdote español asentado en Roma relató que la Misa solemne “fue presidida por Mons. Baldo Reina, Vicegerente de la Diócesis de Roma y concelebrada por casi treinta sacerdotes y un nutrido grupo de miembros seglares, y amigos de La Obra de la Iglesia”.
“Fue providencial que coincidiera también con el aniversario de la visita personal de San Juan Pablo II a la Madre Trinidad, hace 27 años, cuando ella estaba enferma”, subrayó.
“A través de tantas celebraciones a lo largo del año y momento de oración nos hemos sentido más conscientes de nuestra vocación de ayudar al Papa y a los Obispos en su misión esencial, y así ayudar a la Santa Madre Iglesia para presentar su belleza y su santidad ante la vista de todos los hombres, para que al mirarla, vean el rostro de Dios en ella”, remarcó el P. Miguel.
En su homilía de la Misa de clausura, Mons. Baldo Reina señaló que “tenemos que estar preparados, porque llegan tiempos muy difíciles, dificilísimos, para la Iglesia, y por eso hace falta personas que amen mucho a la Iglesia y la defiendan”.
“Por ello, qué importante es que, ante nuestras propias limitaciones y fallos, sigamos viviendo este tiempo de gracia de Dios, en profundo espíritu de oración, pidiendo al Señor luz y perseverancia para ser fieles a su plan sobre nosotros, a nuestra vocación, de manera que comencemos una nueva etapa de mayor entrega, caridad, unión, vida de familia y profundo deseo de conquistar a las almas para Dios”, concluyó el P. Miguel.