A continuación, la catequesis completa del Papa Francisco en la Audiencia General de este miércoles 13 de diciembre:
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Concluimos hoy el ciclo dedicado al celo apostólico, durante el cual nos hemos dejados inspirar por la palabra de Dios, y para ayudar a cultivar la pasión por el anuncio del evangelio. Esto afecta cada cristiano. Pensemos al hecho que en el bautismo el celebrante dice, tocando las orejas y los labios del bautizado: “El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar los mudos, te conceda de escuchar pronto su Palabra, y de proclamar tu fe”. Y hemos oído el prodigio de Jesús.
El evangelista Marco se toma mucho tiempo para describir dónde tuvo lugar: “hacia el mar de Galilea. ¿Qué es lo que aúne estos territorios? Estar principalmente habitada por paganos. No era un territorio habitado por israelitas, sobre todo de paganos. Es Jesús y los discípulos con Él, capaz de abrir los oídos y la boca. El fenómeno del mutismo y sordera en la Biblia es sobre todo metafórico y designa el cierre a las llamadas de Dios. Hay una sordera física, pero en la Biblia, el que es sordo a la Palabra de Dios, es mudo que no habla la Palabra de Dios.
Otro signo es indicativo: el Evangelio relata la palabra decisiva de Jesús en arameo. “Effetá”, que significa “ábrete”, que se abran los oídos y que se abra la lengua, y no se trata tanto de una invitación dirigida al sordomudo, que no podía oírla, sino precisamente a los discípulos de aquel tiempo y de todos los tiempos. También nosotros, que hemos recibido la effetá del Espíritu en el bautismo, estamos llamados a abrirnos.
“Ábrete”, dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porqué el mensaje del Evangelio te necesita para ser testimoniado y anunciado! Y esto, nos hace pensar también en la actitud de un cristiano. Un cristiano debe ser abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los otros. Los cristianos cerrados terminan mal siempre, porque no son cristianos, son ideólogos. Ideólogos de la clausura. Un cristiano debe ser abierto, en el anuncio de la Palabra, en la acogida de los hermanos y hermanas. Por eso, este Effetá, este “ábrete”, es una invitación también para todos nosotros.
También al final de los Evangelios, Jesús nos entrega este celo misionero: “Id más allá, id a pacificar, a predicar el Evangelio”. Hermanos y hermanas, sintámonos todos llamados, como bautizados, a testimoniar y anunciar a Jesús. Y pidamos la gracia, como Iglesia, de poder realizar una conversión pastoral y misionera. El Señor, a la orilla del mar de Galilea le preguntó a Pedro si le amaba y luego le pidió que pastoreara sus ovejas (cf. vv. 15-17).
Preguntémonos también nosotros, que cada uno se haga esta pregunta a sí mismo: ¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? ¿Me tomo a pecho a las personas que conozco? ¿Las llevo a Jesús en oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga más bella también la de ellos?
Pensemos en esto, pensemos en estas preguntas y vayamos adelante con nuestro testimonio. Gracias.