Cada 13 de diciembre se conmemora a Santa Lucía, patrona de la vista. La tradición cuenta que ella obtuvo un milagro para su mamá luego de que otra santa se le apareció.
Las crónicas indican que en el año 301, Lucía de Siracusa (aprox. 283 - 304) y su mamá se fueron como peregrinas hasta la ciudad italiana de Catania, donde estaban los restos de Santa Águeda, una joven consagrada al Señor que había sido martirizada 50 años antes.
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El 5 de febrero, ambas participaron en la Eucaristía por la fiesta de Santa Águeda. Aquel día el evangelio trató de la mujer que padecía hemorragias y que se curó tocando el manto de Jesús. Es así que Lucía animó a su mamá, de nombre Eutiquia, a que tocara con fe la tumba de Santa Águeda para que por su intercesión se cure de la enfermedad que sufría.
Al final de la Misa, ambas se pusieron a rezar con mucho fervor ante las reliquias. No obstante, Lucía entró en una especie de sueño o éxtasis y vio a Santa Águeda en medio de ángeles.
La santa le dijo a Lucía: “Hermana mía, virgen consagrada a Dios, ¿por qué me pides a mí que conceda a tu madre lo que tú misma puedes concederle sin demora alguna? Quiero que sepas que, por el mérito de tu fe, tu madre ya está curada”.
Cuando Lucía volvió en sí, le contó a su madre lo que había visto y le indicó que ya había sido sanada.
Luego Santa Lucía rogó a su mamá que ya no le hablara más de matrimonio y que le permitiera vender la dote que le correspondía para ayudar a los más pobres.
Eutiquia primero se mostró reacia, pero después aceptó. Al final, ambas regresaron contentas a casa y se pusieron a servir a los más necesitados con obras de caridad.