El prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Cardenal Víctor Fernández, afirma que es posible conservar las cenizas de varios difuntos en un cinerario común y que puede valorarse la petición de conservar una parte mínima de estas en un lugar significativo para el difunto.
En un documento con fecha 9 de diciembre, y autorizado por el Papa Francisco, el Dicasterio responde a las preguntas relativas a la conservación de las cenizas de los difuntos, planteadas por el Cardenal Matteo Zuppi, Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
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El Cardenal Zuppi pidió a través de una misiva a la Santa Sede una respuesta concreta ante la creciente decisión de incinerar a los difuntos y de dispersar las cenizas en la naturaleza.
La respuesta del Vaticano
El prefecto de la Doctrina de la Fe afirma que “es posible disponer un lugar sagrado definido y permanente para la acumulación y conservación en común de las cenizas de los bautizados difuntos”.
Es decir, un cinerario en el que se reserven las cenizas individuales de diferentes personas, siempre y cuando se indique los datos biográficos de cada una.
Asimismo, el Cardenal Fernández explica que “siempre que se excluya cualquier tipo de malentendido panteísta, naturalista o nihilista, y que las cenizas del difunto se conserven en un lugar sagrado, la autoridad eclesiástica, respetando la normativa civil vigente, podrá considerar y valorar la petición de una familia de conservar debidamente una parte mínima de las cenizas de su familiar en un lugar significativo para la historia del difunto”.
Las razones
La autoridad vaticana remarca la prohibición de esparcir las cenizas de los difuntos: “Deben conservarse en un lugar sagrado (cementerio), y también en un espacio específicamente dedicado a tal fin”.
Esto, precisa, se debe a que “la conservación de las cenizas en un lugar sagrado puede contribuir a reducir el riesgo de sustraer los difuntos a la oración y al recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana” y también “evita la posibilidad de olvidos y faltas de respeto, que pueden producirse especialmente una vez pasada la primera generación, así como prácticas indecorosas o supersticiosas”.
Además, el Cardenal Fernández remarca que “nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material, como toda criatura de esta tierra, aunque esa materia será transfigurada, liberada de las limitaciones de este mundo”.
Asimismo, aclara que “esta transformación no implica la recuperación de las idénticas partículas de materia que formaban el cuerpo del ser humano. Por tanto, el cuerpo resucitado no estará formado necesariamente por los mismos elementos que tenía antes de morir”.
“Al no tratarse de una simple revivificación del cadáver, la resurrección puede producirse incluso si el cuerpo ha sido totalmente destruido o dispersado. Esto nos ayuda a comprender por qué en muchos cinerarios las cenizas del difunto se conservan todas juntas, sin guardarlas en lugares separados”.
Por último, reitera que “las cenizas del difunto, además, proceden de restos materiales que formaron parte del recorrido histórico vivido por la persona, hasta el punto de que la Iglesia tiene especial cuidado y devoción por las reliquias de los santos”.
“Este cuidado y recuerdo nos lleva también a una actitud de sagrado respeto hacia las cenizas de los difuntos, que conservamos en un lugar sagrado adecuado para la oración y, a veces, cerca de las iglesias a las que acuden sus familiares y vecinos”, concluye.