El Papa Francisco recibió en audiencia este lunes a los miembros de la Oficina del Revisor General, un organismo vaticano instituido por el Santo Padre para poner en marcha algunas reformas económicas, en continuidad con la obra ya iniciada por Benedicto XVI.

El Revisor General es el encargado de auditar las cuentas de los dicasterios de la Curia Vaticana y de las demás instituciones dependientes de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano.

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En su discurso este 11 de diciembre, el Pontífice destacó 3 aspectos y valores que caracterizan esta oficina: independencia, atención a las prácticas internacionales y profesionalidad.

La independencia

El Santo Padre recordó que esta oficina “no depende jerárquicamente de otros organismos”, lo que implica “responsabilidad para una actuación siempre bien meditada e inspirada en el más alto principio de caridad”. 

Destacó que “es importante que el espíritu de corrección fraterna le guíe siempre, incluso cuando sea necesario señalar prácticas contables y administrativas que no se ajusten a las normas y situaciones a corregir”. 

“Recordemos estas palabras que acompañan a la corrección: amor y paternidad, siempre, sin ceder a la tentación del protagonismo fácil”, señaló. 

El Santo Padre les animó a colaborar con los demás Dicasterios de la Curia, especialmente con los organismoss económico, evitando “cometiciones que pueden convertirse fácilmente en rivalidad”.

Atención a las prácticas internacionales

Como segundo aspecto, el Papa Francisco destacó la importancia de mantener la atención en las prácticas internacionales.

De esta manera, instó a “promover la aplicación de las mejores, fomentar la equidad y alinearse con el resto de la comunidad internacional, siempre que las normas no contradigan las enseñanzas de la Iglesia”.

Profesionalidad

Por último, citó la necesidad de una constante formación para adquirir cierta profesionalidad: “una obligación moral para usted mantenerse al día de la constante evolución de las numerosas y complejas normas que rigen la auditoría”.

“Ciertamente, —continuó el Pontífice— quienes trabajan en la Santa Sede y en el Estado de la Ciudad del Vaticano lo hacen con fidelidad y honestidad, pero el señuelo de la corrupción es tan peligroso que debemos estar atentos”.  

Para el Santo Padre, esto se debe abordar “con firmeza y a la vez con misericordiosa”, ya que “los escándalos sirven más para llenar las páginas de los periódicos que para corregir en profundidad los comportamientos”. 

Por último, les invitó a ayudar a los responsables de la administración de los bienes de la Santa Sede “a crear salvaguardias” que puedan impedir que se materialice “la insidia misma de la corrupción”.