En la Audiencia General de este miércoles 29 de noviembre, el Papa Francisco destacó la importancia de evangelizar “habitando la cultura de nuestro tiempo” y afirmó que “no basta con simplemente reiterar convicciones religiosas adquiridas que, por verdaderas que sean, se vuelven abstractas con el paso del tiempo”.
Debido a la llegada de las bajas temperaturas a la capital italiana, la Audiencia General de hoy tuvo lugar en el interior del Aula Pablo VI del Vaticano.
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El Santo Padre llegó a esta cita semanal con los peregrinos en Roma caminando y apoyado en su bastón. Debido a una inflamación en los pulmones que le impide respirar correctamente, el Pontífice no leyó la catequesis y en su lugar lo hizo Mons. Filippo Ciampanelli, miembro de la Secretaria de Estado de la Santa Sede.
Al presentar a Mons. Ciampanelli tras su bendición a los fieles presentes y con una respiración visiblemente agitada, el Pontífice afirmó que todavía no está bien de la gripe y que su voz le impedía leer el texto.
Cabe recordar que a última hora de la tarde de ayer, martes 28 de noviembre, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, informó que el viaje del Papa Francisco a Dubái ha sido cancelado por recomendación médica.
Evangelización orientada a la actualidad
Siguiendo con el ciclo de catequesis sobre la evangelización y el celo apostólico, el Santo Padre destacó este miércoles la importancia de que la evangelización es “para hoy” y debe estar orientada a la actualidad de los tiempos en los que vivimos.
Destacó que, hoy en día, entre “guerras, cambios climáticos, injusticias planetarias y migraciones, crisis de la familia y de la esperanza, no faltan motivos de preocupación”.
A continuación, lamentó que “esta cultura del progreso técnico-individual lleva a afirmar una libertad que no quiere ponerse límites y se muestra indiferente hacia quien se queda atrás”.
“Y así entrega las grandes aspiraciones humanas a las lógicas a menudo voraces de la economía, con una visión de la vida que descarta a quien no produce y le cuesta mirar más allá de lo inmanente”.
En este sentido, afirmó que “nos encontramos en la primera civilización de la historia que globalmente trata de organizar una sociedad humana sin la presencia de Dios, concentrándose en enormes ciudades que se mantienen horizontales, aunque tengan rascacielos vertiginosos”.
Más tarde, comparó el momento histórico que vivimos con el pasaje que narra la historia de la Torre de Babel y precisó que aquellos hombres, al igual que muchos en la actualidad, quisieron ponerse “en el lugar de Dios”.
Calificó esto como “ambiciones peligrosas, alienantes, destructivas”, y subrayó que “el Señor, frustrando estas expectativas, protege a los hombres, impidiendo un desastre anunciado”.
Para el Santo Padre, este pasaje es “realmente actual”, ya que también hoy “la cohesión, más que la fraternidad y la paz, se basa a menudo en la ambición, en los nacionalismos, la homologación, en estructuras técnico-económicas que inculcan la persuasión de que Dios es insignificante e inútil”.
Además, remarcó que esto no ocurre “porque se busca un algo más de saber”, sino sobre todo “por un algo más de poder”. Esta es, según el Pontífice, “una tentación que impregna los grandes desafíos de la cultura actual”.
Por ello, aseguró que “se puede anunciar a Jesús sólo habitando la cultura del propio tiempo”.
"Convicciones religiosas que se vuelven abstractas con el paso del tiempo"
“No hay que contraponer al hoy visiones alternativas procedentes del pasado. Tampoco basta con simplemente reiterar convicciones religiosas adquiridas que, por verdaderas que sean, se vuelven abstractas con el paso del tiempo. Una verdad no se vuelve más creíble porque se levante la voz al decirla, sino porque se testimonia con la vida”, puntualizó.
Asimismo, advirtió que “el celo apostólico nunca es una simple repetición de un estilo adquirido, sino testimonio de que el Evangelio está vivo hoy aquí para nosotros”.
“Conscientes de esto —continuó—, miramos por tanto a nuestra época y a nuestra cultura como a un don. Son nuestras y evangelizarlas no significa juzgarlas de lejos, ni tampoco estar en un balcón gritando el nombre de Jesús, sino bajar a la calle, ir a los lugares donde se vive, frecuentar los espacios donde se sufre, se trabaja, se estudia y se reflexiona, habitar los cruces de los caminos donde los seres humanos comparten lo que tiene sentido para sus vidas”.
Además, afirmó que “nuestras formulaciones de fe son fruto de un diálogo y de un encuentro de culturas, comunidades e instancias diferentes. No debemos tener miedo del diálogo”.
Reiteró que “necesitamos estar en los cruces de los caminos de hoy” y explicó que “salir de ellos significaría empobrecer el Evangelio y reducir la Iglesia a una secta”.
“Frecuentarlos, sin embargo, nos ayuda a los cristianos a comprender de forma renovada las razones de nuestra esperanza, para extraer y compartir el tesoro de la fe. En resumen, más que querer reconvertir el mundo de hoy, es necesario convertir la pastoral para que encarne mejor el Evangelio en el hoy”.
En esta línea, invitó a “hacer nuestro el deseo de Jesús: ayudar a nuestros compañeros de viaje a no perder el deseo de Dios, para abrirle el corazón y encontrar al único que, hoy y siempre, dona paz y alegría al hombre”.
“Que continúe la tregua en Gaza”
Al finalizar la catequesis, el Santo Padre recordó la “grave situación en Israel y Palestina” y reiteró su llamado a la paz.
Asimismo, pidió “que continúe la tregua en curso en Gaza para que sean liberados todos los rehenes y sea consentido el acceso necesario de ayuda humanitaria”.
Contó que se ha comunicado con la parroquia de esta ciudad y denunció que allí “falta el agua, el pan, la gente sufre”. “Es la gente humilde, la gente del pueblo la que sufre. No sufren los que hacen la guerra”.
También instó a no olvidar al “querido pueblo ucraniano que sufre tanto”. “La guerra —continuó—, es siempre una derrota, todos pierden. Todos no, hay un grupo que gana mucho, los fabricantes de armas. Estos ganan bien, sobre la muerte de los otros”, concluyó.