Este domingo, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo, el Papa Francisco dirigió el rezo del Ángelus desde la capilla de la Casa Santa Marta, el cual fue seguido por los fieles a través de las pantallas colocadas en la Plaza de San Pedro.
Antes del rezo de la oración mariana, el Santo Padre explicó que no podía asomarse a la ventana del Palacio Apostólico, como sucede cada domingo, debido a que todavía tiene “este problema de inflamación en los pulmones”.
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Por ello, indicó, la reflexión sería leída por Mons. Paolo Braida, oficial de la Secretaría de Estado, quien “las conoce muy bien porque es el que las hace, ¡y siempre las hace tan bien!”.
En la reflexión leída, se recuerda que el Evangelio de este domingo, en el que termina el año litúrgico, habla sobre el juicio final, el cual “será sobre la caridad”.
“La escena que nos presenta es la de una sala real, en la que Jesús, ‘el Hijo del hombre’, está sentado en un trono. Todos los pueblos están reunidos a sus pies y entre ellos están ‘los bienaventurados’, los amigos del Rey”.
“Pero, ¿quiénes son? ¿Qué tienen de especial estos amigos a los ojos de su Señor? Según los criterios del mundo, los amigos del rey deberían ser aquellos que le han dado riqueza y poder, que le han ayudado a conquistar territorios, a ganar batallas, a engrandecerse entre otros gobernantes, tal vez a aparecer como estrella en las primeras páginas de los periódicos o en las redes sociales, y a ellos les debería decir: ‘Gracias, porque me han hecho rico y famoso, envidiado y temido’. Esto según los criterios del mundo”.
Sin embargo, explica la reflexión, según los criterios de Jesús “sus amigos son otros: son aquellos que le han servido en las personas más débiles. Porque el Hijo del hombre es un Rey completamente distinto, que llama ‘hermanos’ a los pobres, que se identifica con los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los enfermos, los encarcelados, y dice: ‘Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’”.
“Es un Rey sensible al problema del hambre, de la necesidad de un hogar, de la enfermedad y del aprisionamiento: todas realidades desgraciadamente siempre muy actuales. Personas que padecen hambre, personas sin hogar, a menudo vestidas como pueden, abarrotan nuestras calles: nos encontramos con ellas todos los días. E incluso en cuanto a la enfermedad y la cárcel, todos sabemos lo que significa estar enfermo, cometer errores y pagar las consecuencias”, indica.
En ese sentido, destaca que el Evangelio de hoy afirma que una persona es bienaventurada “si responde a estas pobrezas con amor, con servicio: no apartándose, sino dando de comer y de beber, vistiendo, acogiendo, visitando, en una palabra, estando cerca de los necesitados”.
“Y esto porque Jesús, nuestro Rey que se llama a sí mismo Hijo del Hombre, tiene sus hermanas y hermanos predilectos en las mujeres y hombres más frágiles. Su ‘sala real’ está instalada donde hay quienes sufren y necesitan ayuda. Esta es la ‘corte’ de nuestro Rey”.
Por ello, las personas que tienen a Jesús por Señor están llamados a distinguirse por la compasión, la misericordia y la ternura. “Estas ennoblecen el corazón y descienden como aceite sobre las heridas de cuantos están heridos por la vida”, afirman.
La reflexión culmina con una invitación a los fieles a preguntarse: “¿Creemos que la verdadera realeza consiste en la misericordia? ¿Creemos en el poder del amor? ¿Creemos que la caridad es la manifestación más noble del hombre y una exigencia indispensable para el cristiano?”.
“Y, por último, una pregunta particular: ¿soy yo amigo del Rey, es decir, me siento personalmente implicado en las necesidades de las personas que sufren y que encuentro en mi camino?”.