Los obispos de las diócesis españolas han reiterado sus peticiones de perdón por los casos de abusos sexuales en una carta dirigida al Pueblo de Dios titulada Enviados a acoger, sanar y reconstruir, en la que también advierten que “en este tema de tanto calado, poner el foco únicamente en la Iglesia es desenfocar el problema”.
Los prelados recuerdan que “la inmensa mayoría de los abusadores son familiares o personas cercanas a la víctima” y que se trata de una lacra que afecta “a todos los sectores de la sociedad”. En consecuencia, “las recomendaciones y las medidas que hay que tomar no sólo deben ser dirigidas a nosotros, sino a toda la sociedad”, explican.
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A su entender, “el camino para poder sanar esta lacra en la Iglesia y en la sociedad es que trabajemos conjuntamente para construir entornos justos, seguros y compasivos, donde cada persona sea amada, valorada y respetada”.
Dolor y vergüenza
Al inicio del mensaje, expresan “sin ambages el dolor, la vergüenza y la pesadumbre”, así como la tristeza que les producen los casos de abuso ante los que “de ninguna manera” pretenden “buscar excusas o justificaciones”.
Más allá de las disculpas dirigidas a las víctimas y a sus familiares, los prelados piden “perdón a Dios, en lo que, como cristianos, no hemos sido fieles”, conscientes de que “el sufrimiento lo han causado no sólo los abusos sino también el modo en que, a veces, se han tratado”.
En especial, enfatizan, porque se trata de hechos “incompatibles con los valores fundamentales de nuestra fe en Cristo, pues contradicen el amor, la compasión y el respeto que Él nos enseña”. En consecuencia, se comprometen “a ser transparentes en este proceso y a rendir cuentas ante las víctimas, la Iglesia y Dios”.
Los prelados, además, exponen: “Pedir perdón es reconocer nuestra limitación, nuestra pobreza, nuestra debilidad, nuestra falta de coraje. Sabemos que el daño y el dolor causados son imborrables, pero pedir perdón y perdonar es el primer paso para sanar las heridas”.
Medidas desde el año 2001
El mensaje de los obispos dedica un apartado a explicar las medidas tomadas desde el año 2001, entre las que se encuentran la creación de oficinas de protección de menores en todas las diócesis e instituciones religiosas, abiertas para “escuchar y acoger” el dolor de las víctimas.
Además, señala que se ha hecho un esfuerzo por implantar protocolos de prevención así como por hacer un especial énfasis en la formación de todos los que en la Iglesia trabajan con menores. A ello se suma que se cuenta con protocolos jurídicos como la Instrucción sobre los abusos sexuales que supone implementar el motu proprio Vos estis lux mundi y el Vademecum sobre cuestiones procesales ante los abusos sexuales promulgados por la Santa Sede.
Por otro lado, los obispos avanzan que ya están trabajando en el borrador de un Plan de reparación integral de víctimas de abusos.
Justos por pecadores
Los últimos párrafos de la carta están dedicados a reivindicar el “servicio valioso” que la Iglesia presta: “Más allá de nuestras limitaciones y fragilidades, nos entregamos cada día, ayudando, acompañando, consolando y cumpliendo con una misión muy difícil y no siempre reconocida en nuestros tiempos”.
Por este motivo, añaden, “no es justo atribuir a todos el mal causado por algunos” y piden “recordar también a todos los que entre nosotros nos hacen permanecer orgullosos de nuestra fe”.
En todo caso, la Iglesia ofrece lo aprendido en este camino para ayudar a acabar con la lacra de los abusos en toda la sociedad: “Ofrecemos humildemente nuestra experiencia triste y dolorosa para ayudar a cualquier otra institución”, aseguran, al tiempo que hacen un llamamiento a los fieles a alentar, arropar y acompañar a los sacerdotes y consagrados “en su entrega diaria”.