El Papa Francisco invitó a los fieles este 23 de noviembre a cuidar las heridas de los que sufren, especialmente de “los padres que han vivido el drama de la pérdida de un hijo”, un “dolor inmenso, inconsolable, que nunca debe trivializarse con palabras vacías y respuestas superficiales”.
Esta mañana, el Santo Padre ha acudido al Aula Pablo VI del Vaticano para reunirse con los miembros de la Fraternidad de Romena de la provincia italiana de Arezzo y del Grupo de Naím.
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Al dirigirse a los 500 participantes en la audiencia, habló del “amor gratuito de Dios”, que “no pone condiciones ni impone cargas sobre los hombros, sino que simplemente nos acoge y nos ama gratuitamente”.
Según explicó el Papa Francisco, “así es Dios: acoge a todos y nos ama”. En este sentido, les animó a trabajar “para cultivar este estilo de apertura y acogida, para seguir siendo un oasis de libertad, expresión del amor infinito y gratuito de Dios por toda criatura”.
También destacó la “compasión de Jesús”, quien sufre “en sus entrañas estremecidas ante el dolor del mundo, en su participación interior que le lleva a llorar con los que lloran”.
“Así, el Hijo de Dios ejerció y encarnó esa ternura del Padre que cuida de nosotros y, especialmente, de nuestras heridas del cuerpo y del espíritu”, señaló.
El Pontífice instó a “cuidar las heridas” de aquellos que sufren, y especialmente, como hace el Grupo de Naím, “de los padres que han vivido el drama de la pérdida de un hijo”.
Para el Santo Padre, se trata de “saber llorar juntos y llevar el grito del propio dolor a Jesús que, en la pequeña ciudad de Naím, sintió compasión por una madre viuda que había perdido el hijo (cf. Lc 7,11)”.
“Ser cristianos significa cuidar los que están heridos y los que están en el dolor, para prender pequeñas luces ahí donde parece que todo está perdido”.
Más tarde, ensalzó el valor de la fraternidad y les animó a ser “sembradores de paz y de amistad social”.
“Una de las cosas más feas que van en contra de esta amistad social —puntualizó el Pontífice — es la habladuría, es chismear. Es una enfermedad infecciosa que hace mucho daño: la habladuría destruye. Y hay que cuidarse de esta enfermedad”.
“Conozco una medicina muy buena para los chismes, que da buenos resultados: morderse la lengua. Porque cuando uno tiene ganas de chismear y se muerde la lengua, la lengua se hincha y ya no puede chismear”.
El Papa Francisco destacó que “el mundo de hoy, marcado todavía por la violencia y los conflictos, tiene mucha necesidad de esta fraternidad, de esta amistad social”.
“Por eso les pido que sigan practicando la hospitalidad fraterna, que ofrezcan un lugar donde la gente pueda descansar la cabeza y donde todos puedan sentirse amados por Dios y parte de una fraternidad universal, la que el Padre quiso inaugurar en Jesús y que Jesús nos pide que construyamos junto con Él y con el Espíritu Santo”.
Por último, enfatizó que la vida “es demasiado corta para ser egoístas”.