Desde hace algún tiempo, el Obispo de Apartadó, Mons. Germán García Isaza, libra una batalla personal contra dos enemigos muy poderosos: El cáncer linfático que padece y el conflicto interno colombiano.
En un reportaje publicado por el diario El Tiempo, Mons. García reconoció que sufre esta penosa enfermedad pero aseguró que ésta no ha mermado su trabajo como facilitador nombrado por la Iglesia Católica, junto a Mons. Julio César Vidal, Obispo de Montería, y al Padre Leonidas Moreno, para acercar al Gobierno y a los paramilitares.
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“Es un convencido de que el diálogo permitirá lograr la paz para el país y para muchas almas que hoy sufren porque tienen una enfermedad como la suya”, indica El Tiempo.
Según el diario, su trabajo por la paz implica “una serie de viajes de Apartadó a Montería y a Santa fe de Ralito (Córdoba), que ha podido cumplir sin tropiezo, y que ve con optimismo ahora que iniciaron negociaciones”. Mientras tanto, su enfermedad lo obliga a “estar cada tres semanas en una sala de la Clínica de las Américas en Medellín, para someterse a la quimioterapia”.
"Sí, tengo un cáncer linfático, pero lo he tomado sin dramatismo", señaló el Obispo de 67 años de edad y agregó que "durante las terapias trato de darles ánimos a otros pacientes para que hagan lo mismo. Les digo que hay una primera vida, que uno recibe de papá y mamá. Es como un cono, rico, pero se termina, gústele a uno o no. La otra vida, la del bautismo no termina, se alimenta con el cuerpo y la sangre del Señor, con la oración".
"Mi vida ha sido una aventura emocionante, con cosas buenas y otras malucas. Tuve una época dura, cuando siendo prefecto apostólico de Tierradentro, a raíz de los enfrentamientos con la guerrilla, intentaron cascarme y como no funcionó mataron a varios amigos y catequistas. Eso me dio muy duro. Fue la primera y única vez en mi vida que sentí la tentación de odiar. Afortunadamente Dios me sacó de esa situación", recordó el Obispo.
Una familia especial
El Obispo reconoció también haber sufrido por “la muerte de dos de mis once hermanos, uno en octubre del año pasado y otro en enero de este año”.
“Éramos doce y siete escogimos el camino religioso (cinco hombres y dos mujeres). Dos somos obispos, Jorge y yo. Él ya cumplió la edad establecida y ahora vive con mi mamá, que está próxima a cumplir sus 100 años, en Manizales", señaló con orgullo.
Mons. García sostuvo que no fue fácil aceptar el tratamiento pero según el diario “su experiencia como mediador le ha permitido aprender a comprender, a meterse en los zapatos del otro, a tener paciencia, a saber esperar. Algo que ha sido fundamental para manejar su enfermedad”.
Gratitud y esperanza
En la entrevista, el Obispo expresó su gratitud por Apartadó y su “gente descomplicada, a la que después de tantos sufrimientos le quedan ganas de bailar, sonreír y vivir. Una cultura que no se deja achantar, que vuelve y resucita, que sale adelante. Uno les ve a los niños los lagrimones todavía chorreando por la mejilla y ya están toteados de la risa".
Mons. García es un convencido de que verá una Colombia en paz. "Este inicio de negociaciones va a terminar con éxito", sostiene.
Sobre su tratamiento reconoce que "en un 50 por ciento puedo quedar curado y en un 50 por ciento el tratamiento puede no funcionar. Por ahora, parece estar bien, pero si no llegara a funcionar, quiere decir que Dios lo va a llamar a uno y no hay que ponerle mucho dramatismo".