Cada 11 de noviembre se celebra la fiesta de San Martín de Tours, patrono de la Guardia Suiza. Este santo es recordado por haberle dado a Cristo pobre una parte de su capa, pero algo que es poco conocido es que salvó a un alma de terminar en “un lugar tenebroso”. El beneficiado con este prodigio regresó a la vida y contó lo que había visto.
San Martín (aprox. 316-397) era militar, pero las crónicas indican que prefirió la vida contemplativa de monje. En este sentido, optó por encontrarse con Dios “en lo escondido”, apartado de las cosas del mundo y del bullicio de la ciudad.
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En una ocasión retornó al “cenobio” o monasterio y encontró a sus hermanos muy tristes porque un catecúmeno (persona que se prepara para el Bautismo), que era parte de la comunidad, había muerto sin recibir ese sacramento.
En el libro Leyenda dorada, se relata que San Martín entonces cargó al muerto hasta su propia celda y se puso a rezar. De pronto, el hombre volvió a la vida y empezó a contar lo que había visto.
El catecúmeno indicó que, apenas murió, fue sentenciado “a un lugar tenebroso”. Cuando estaban por llevárselo, dos ángeles fueron ante el Juez divino y le dijeron: “Señor, Martín está orando por este individuo”.
“Entonces el Juez les manifestó a los ángeles: ‘Voy a devolverlo a la vida; háganse cargo de él y entréguenselo a Martín’”, detalló el catecúmeno.
Según se describe en el libro, el hombre contó “muchas veces” este prodigio que había experimentado por intercesión del gran San Martín de Tours.