El Arzobispo electo de Santiago de Chile, Mons. Fernando Chomali, compartió una reflexión a raíz del incendio que dejó 14 muertos en un asentamiento de Cerro Obligado, en la comuna de Coronel.
La tragedia ocurrió el 6 de noviembre en una vivienda construida con latas y pallets, de un campamento donde habitan familias de migrantes venezolanos en condiciones muy precarias. Entre los fallecidos hay 8 menores de edad.
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“Rabia, impotencia, indignación, dolor, pena, mucha pena se experimenta cuando mueren niños y adultos en un incendio voraz”, comienza diciendo Mons. Chomali en su columna.
Pero a estos sentimientos le agrega “vergüenza, porque el imperio de la desidia es la causa de estos incendios previsibles y evitables si las personas en extrema necesidad tuviesen más apoyo y más acogida de parte de las autoridades”.
“Cuesta cantar ‘...y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero’”, advirtió el Prelado, en referencia a la canción “Si vas para Chile”. “Lamentablemente, eso no siempre es así. Desde hace años que se sabía de las precarias condiciones en que vivían estos hermanos nuestros en el Cerro Obligado de Coronel”, lamentó.
“Entrampadas las autoridades y las empresas en eternas discusiones y juicios varios, los pobres siempre pagan las consecuencias”, consideró.
Citando las Sagradas Escrituras, Mons. Chomali señaló la importancia de dar prioridad “a los niños, a las viudas y a los migrantes”. Sin embargo, advirtió que “en medio de un contexto globalizado y de indiferencia, son los incendios y estas desgracias las que nos recuerdan su existencia”.
“Ayer fueron hogares de ancianos, hoy niños y migrantes, y vendrán otros. Sí, esta es una noticia que suscita estupor, pero luego vendrán otras y lo más doloroso es que nos estamos acostumbrando”, alertó.
Recordando las palabras de San Juan Pablo II durante su visita a Chile, el Arzobispo expresó: “Los pobres no pueden esperar”. No obstante, lamentó que “siguen esperando”.
“Lampedusa en Italia, el norte de Chile y ahora Coronel se han convertido en cementerios. ¿Eso es lo que queremos para nuestro país?”, cuestionó.
Finalmente, y en nombre de la Iglesia, lamentó “no haber hecho más por ellos” y aseguró que “siempre es poco”.
“No vivimos la máxima de hacer a los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros. Eso duele y avergüenza”, aseguró. Por eso, pidió perdón a la comunidad venezolana en Chile “por el trato denigrante que han tenido en más de una oportunidad y por la lentitud de los procesos migratorios que los paraliza y en la práctica los deja como personas de segunda categoría”.
El Prelado comprometió su oración y manifestó que continuará “por el camino que hemos emprendido desde hace años a través de la Pastoral de Migrantes”.
“Ustedes son una riqueza para Chile y no se merecen lo que están viviendo. Lloro con ustedes y espero que ese llanto se vuelva un compromiso aún mayor”, anheló.