El Arzobispo de Acapulco, Mons. Leopoldo González, recordó cómo una “inquietud” que sintió horas antes de la llegada del huracán Otis a las costas mexicanas puso fuera de peligro a unas 400 personas.
En entrevista con ACI Prensa el domingo 5 de noviembre, Mons. González contó que la noche en la que llegó el huracán todo estaba “oscuro” y se sentía “en medio de una enorme fuerza destructora”.
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“En medio de esta desazón resonaron en mi mente estas palabras del Señor: ‘Estoy contigo. No estás solo’”.
“Me vino al corazón al recordar que ese día en la mañana iniciamos la Asamblea Diocesana de Pastoral (con) casi 400 personas, que duraría tres días”, señaló.
El huracán Otis golpeó las costas de Acapulco, en el estado mexicano de Guerrero, la madrugada del 25 de octubre con categoría 5, con rachas de viento de hasta 330 kilómetros por hora. Al menos 48 personas han sido reportadas oficialmente como fallecidas.
El Prelado indicó que la noche del 24 de octubre, “poco antes de la celebración de la Eucaristía, una señora me dijo que la alcaldesa de Acapulco —Abelina López Rodríguez— había dicho que el huracán ya era de categoría 2. No di mayor importancia, pero al estar celebrando, desde el altar miré que las macetas de fuera se movían mucho”.
“Me entró inquietud”, señaló, y, tras dialogarlo con su equipo arquidiocesano, consideró prudente suspender los trabajos de la Asamblea Diocesana. De esa forma, todos volvieron a sus parroquias, algunas de las cuales se encontraban a unas cinco horas de distancia de Acapulco.
Cuando llegó la “tremenda devastación” del huracán, el Prelado agradeció que los fieles hubieran regresado a sus comunidades y no hubieran pasado la noche ahí. “Al día siguiente, me informaron que se había caído el techo de la casa de la iglesia (…) donde se hospedaría un grupo de agentes de pastoral. Me vinieron lágrimas a los ojos y di gracias al Señor”, expresó.
La ayuda muestra a “Jesús con el rostro de las personas”
El Arzobispo se manifestó conmovido y agradecido ante las muchas muestras de solidaridad que ha recibido la zona, así como por los mensajes del Papa Francisco, obispos, sacerdotes y laicos.
El Prelado resaltó lo conmovedora que resulta “la alegría que vuelve al rostro de un niño al recibir un par de tenis [zapatillas] de la ropa donada, el descanso de una mamá al tener en mano alimento para sus hijos”.
“Quien hace todo esto es Jesús con el rostro de personas, de quienes en Él somos sus hermanos, principalmente en los más pobres”, subrayó.
Al menos 8 mil familias han sido asistidas por la Iglesia gracias a las donaciones recibidas. Eso, destacó Mons. González, sin contar a quienes reciben atención diariamente “en los 23 comedores de la ciudad y (en) al menos otros cinco en el municipio de Coyuca”, a unos 35 kilómetros al noroeste de Acapulco.
Además, resaltó, se están entregando víveres a muchas familias, mientras que otras diócesis del país “han aportado directamente a una o varias parroquias concretas o han traído los víveres a los centros de acopio”.
Mons. González informó que en 36 parroquias de Acapulco y en cuatro de Coyuca se sigue celebrando la Misa de forma regular, pidiéndole a Dios por las víctimas del huracán.
Por ahora, indicó, “el esfuerzo está en mitigar el hambre y escuchar a las personas, para aligerar desde la fe el gran trauma emocional”.
Se encuentra fortaleza en la fe
El Prelado resaltó que, en medio de la tragedia, “muchas personas encuentran al Señor en la ayuda que se les brinda en los comedores, a través de las despensas o en la cercanía de los vecinos”.
“Voy regresando de celebrar (la Misa) por las personas que perdieron la vida, víctimas de la tremenda fuerza del huracán”, indicó.
Frases como “gracias a Dios estamos bien” y “bendito Dios que estás bien”, son las que Mons. González escucha de quienes se le acercan a dialogar con él después de la tragedia.
“¿Dónde encuentra la gente a Dios? Muchísima lo encuentra al tender la mano al necesitado”, aseguró.