En el marco de la víspera de la solemnidad de Todos los Santos y del festejo pagano de Halloween este 31 de octubre, les compartimos una historia poco conocida de Santa Justina, quien con una señal especial derrotó a demonios, a un brujo demoníaco y al mismísimo diablo.
En el libro Leyenda dorada o Leyenda áurea del Beato dominico Santiago de La Vorágine, se narra que la conversión al cristianismo de una joven llamada Justina no le agradó a un diabólico brujo llamado Cipriano, quien había sido “consagrado” por sus padres al diablo cuando tenía 7 años.
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Cipriano estaba enamorado de Justina y quería poseerla. Por ello le solicitó a un demonio que se la consiguiera. El espíritu maligno fue a tentar a la joven cristiana, pero salió espantado. Entonces el brujo invocó a otro demonio más poderoso, quien también falló en el intento de hacer caer a la muchacha en la impureza.
Es así que Cipriano invocó al mismísimo jefe de los demonios, el cual le aseguró que a medianoche le llevaría a la joven ante su presencia. Satanás fue ante la joven y se le presentó como una muchacha que quería vivir en perfecta castidad.
Conversando con Justina, sembró en ella dudas sobre el valor de la virginidad. La santa empezó a dudar de su compromiso, pero luego recapacitó y, al hacer una especial señal, la apariencia femenina del diablo se derritió como cera ante ella. Luego el maligno se le mostró como un joven apuesto y seductor, pero Justina lo repelió con la divina señal.
En venganza, Satanás inició una epidemia que mató a muchas personas y animales. Incluso la santa cayó enferma. Los demonios incitaron a la gente a pedirle encarecidamente a Justina que se case para que no vinieran más calamidades. Tras siete años, la peste cesó.
Satanás fue ante el brujo bajo la apariencia de la chica y se entregó a los brazos del libidinoso brujo. Pero cuando el hechicero pronunció el nombre de Justina, el maligno no resistió y se esfumó. Cipriano entró en depresión y bajo la apariencia de animales y otras formas espiaba a la santa desde lejos, porque no podía acercarse a su casa.
El diablo se presentó ante Cipriano y se dio por vencido. Entonces el brujo le pidió que le dijera de dónde venía la fortaleza de la joven. El diablo, luego de hacerle prometer al brujo que no lo dejaría, le contó que ella se defendía haciendo la señal de la cruz. Este signo en el cuerpo era lo que los demonios no podían resistir.
Cipriano siguió interrogando al diablo y se dio cuenta de que el Crucificado era más poderoso. Entonces rompió su juramento, rechazando a Satanás y sus secuaces, y se santiguó. Luego fue ante el obispo y le contó todo lo que le acababa de pasar. Se bautizó, desarrolló impresionantes virtudes y fue elegido sucesor de su prelado.
Más adelante, San Cipriano y Santa Justina, quien llegó a ser abadesa de un convento, fueron apresados por una persecución contra los cristianos. Al final dieron un enorme ejemplo de valentía y murieron juntos como mártires por el 280 d.C.