En un mensaje a poco de celebrarse la Solemnidad de Todos los Santos el 1 de noviembre, Mons. Mario Iceta, Arzobispo de Burgos (España), recordó que Dios llama a todos a la santidad, y destacó que ésta es “encontrar una forma más bella y grande de vivir lo que ya hacemos”.
En el texto titulado Llamados, como los santos, a la perfección del amor, publicado en el sitio web de la arquidiócesis este 29 de octubre, el Prelado y médico resaltó la importancia del día de Todos los Santos, especialmente con la vivencia de las Bienaventuranzas (Mt 5,3-12) “con la intención de señalar el camino que el Señor propone para sus discípulos”.
Recibe las principales noticias de ACI Prensa por WhatsApp y Telegram
Cada vez es más difícil ver noticias católicas en las redes sociales. Suscríbete a nuestros canales gratuitos hoy:
Tras resaltar la importancia de la santidad personal en el mundo actual, en el entorno de cada uno, Mons. Iceta destacó que “el Señor nos llama a caminar en su presencia y a ser santos (Gn 17, 1). Lo que quiere es que crezcamos en santidad a su lado y gastemos hasta el último aliento en ser amados y amar como Él nos ha amado”.
El Prelado español subrayó asimismo que “la santidad es una llamada universal, estemos donde estemos y sirvamos donde sirvamos. No hay nadie que no entre en este plan de amor entre Dios y la humanidad”.
“Decía san Francisco de Sales en su Tratado del amor a Dios que «hay inspiraciones que tienden solamente a una extraordinaria perfección de los ejercicios ordinarios de la vida» (VIII, 11). Se trata de convertir lo corriente en extraordinario, de recomponer lo que está roto hasta convertir cada herida en don, de encontrar una forma más bella y grande de vivir lo que ya hacemos”, continuó.
En ese sentido, la fiesta de Todos los Santos, prosiguió el Arzobispo de Burgos, “es un día de alegría, de gozo y de celebración. Y así hemos de preparar nuestro corazón para festejar el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte, como lo han experimentado tantos hermanos nuestros que ya han llegado a la casa del Padre”.
“Ser santo se traduce en estar y vivir unido a Jesucristo. Para siempre y en todo lugar y circunstancia. Le pedimos al Señor (el Santo sobre todos los santos) y a su madre María que aprendamos a ser dóciles a los designios de Dios, afrontando con alegría y esperanza los caminos que Él disponga para nosotros”.