Durante la Jornada de Oración, Ayuno y Penitencia por la paz en el mundo que presidió este viernes 27 de octubre en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco consagró al mundo, golpeado por la guerra, al cuidado de la Virgen María: “Tú, Señora de todos los pueblos, reconcilia a tus hijos, seducidos por el mal, cegados por el poder y el odio. Tú, que estás cerca de cada uno, acorta nuestras brechas de separación”.
“Tú, que tienes compasión de todos, enséñanos a hacernos cargo de los demás. Tú, que revelas la ternura del Señor, haznos testigos de su consolación. Tú, Reina de la paz, derrama en los corazones la armonía de Dios. Amén”, imploró en su oración.
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En esta Jornada, convocada por el Santo Padre para pedir el fin de la guerra en Tierra Santa, en Ucrania y en el mundo entero, el Pontífice presidió un momento de oración que se inició a las 18:00 (hora local), con el rezo del Rosario, en el que se meditaron los Misterios Dolorosos.
Tras el rezo de la Salve y después de las letanías marianas, el Pontífice compartió una reflexión, para luego continuar con la adoración eucarística. Al evento asistieron los cardenales presentes en Roma, como los que participan en el Sínodo de la Sinodalidad que se realiza hasta el domingo 29 de octubre, así como obispos, sacerdotes, religiosas y fieles.
En sus palabras, el Papa le pidió a la Virgen: “María, míranos. Estamos aquí ante ti. Tú eres Madre, conoces nuestros cansancios y nuestras heridas. Tú, Reina de la paz, sufres con nosotros y por nosotros, al ver a tantos de tus hijos abatidos por los conflictos, angustiados por las guerras que desgarran el mundo”.
“En esta hora de oscuridad, nos sumergimos en tus ojos luminosos y nos confiamos a tu corazón, que es sensible a nuestros problemas y que tampoco estuvo exento de inquietudes y temores”, agregó.
Tras recordar cómo intervino Santa María en las Bodas de Caná cuando se acabó el vino, el Papa rogó: “Ahora, Madre, toma una vez más la iniciativa en favor nuestro, en estos tiempos azotados por los conflictos y devastados por las armas”.
“Enséñanos a acoger y a cuidar la vida —¡toda vida humana!— y a repudiar la locura de la guerra, que siembra muerte y elimina el futuro”, exclamó.
“Tómanos de la mano, guíanos a la conversión, haz que volvamos a poner a Dios en el centro. Ayúdanos a mantener la unidad en la Iglesia y a ser artífices de comunión en el mundo. Recuérdanos la importancia de nuestro papel, haz que nos sintamos responsables por la paz, llamados a rezar y a adorar, a interceder y a reparar por todo el género humano”, pidió el Santo Padre.
“Mueve los corazones de quienes están atrapados por el odio, convierte a quienes alimentan y fomentan conflictos. Enjuga las lágrimas de los niños, asiste a los que están solos y son ancianos, sostiene a los heridos y a los enfermos, protege a quienes tuvieron que dejar su tierra y sus seres queridos, consuela a los desanimados, reaviva la esperanza”, expresó.