La semana pasada, el Sínodo de la Sinodalidad profundizó en dos temas cruciales: el acompañamiento a las personas LGBT y el diaconado femenino. Además, la asamblea discutió la estructura de la Iglesia, todo con el objetivo de dar forma a un futuro más sinodal para la Iglesia.
El proceso ha sido impulsado por lo que el Sínodo llama “escuchar activamente y hablar desde el corazón”, lo que, según han señalado algunos participantes, tiende a estar motivado por las emociones. Plantea asimismo una pregunta fundamental: ¿surgirá algo realmente definido de este proceso?
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También tuvieron lugar varios eventos notables: el Papa Francisco se reunió con miembros del New Ways Ministry (NWM), un grupo ministerial LGBT con sede en los Estados Unidos que fue previamente denunciado tanto por la Conferencia de Obispos Católicos de ese país (USSCB), como por la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano por causar confusión sobre la moral sexual entre los fieles católicos. Además, tres teólogos celebraron una conferencia diseñada para mostrar su apoyo a la jornada sinodal. Y se llevó a cabo un servicio especial de oración por los inmigrantes, presidido por el Papa Francisco, en la Plaza de San Pedro.
Cuestiones LGBT
El presidente de la comisión de información del Sínodo y portavoz del Vaticano, Paolo Ruffini, restó importancia al debate sobre la inclusión de las cuestiones LGBT, al afirmar que “la bendición de las parejas homosexuales no es el tema del Sínodo”.
No obstante, el 17 de octubre, la Hna. Jeannine Gramick, cofundadora del New Ways Ministry, se reunió con el Papa Francisco, junto con otros tres miembros del equipo de esta organización.
El encuentro fue publicitado por los medios del Vaticano y percibido como un respaldo del Papa Francisco al New Ways Ministry. La reunión se dio a pesar de la controversia en torno al sitio web del Sínodo, que se vio obligado a eliminar un video de NWM que invitaba a personas LGBT a participar en la Asamblea.
La ordenación de mujeres y otros temas clave
Además de las cuestiones LGBTQ+, el Sínodo también abordó debates relacionados con el diaconado femenino e incluso contempló la posibilidad de que las mujeres pronunciaran homilías, situaciones que ya se dan en lugares como la zona germanoparlante de Suiza, donde el sacerdote es tratado casi como un simple funcionario que consagra.
Incluso se abordó el tema del “sacerdocio femenino”, planteando cuestiones fundamentales sobre el papel de la mujer en la Iglesia, a pesar de las declaraciones de los organizadores del Sínodo de que no estaban en la agenda cambios en la doctrina.
Según se informa, una intervención durante una sesión de la mañana fue significativa en esta discusión. En respuesta a los llamados a la ordenación de mujeres no sólo al diaconado, sino en algunos casos también al sacerdocio, una participante laica argumentó que centrarse en la ordenación femenina es una distracción de lo que las mujeres en la Iglesia necesitan y es un intento de clericalizar a los laicos. La intervención recibió un fuerte aplauso.
Durante la semana también se deliberó sobre el papel de las parroquias, los sacerdotes y los obispos. Ruffini enfatizó que el Sínodo no es sólo una “mesa redonda o un programa de entrevistas”, sino una "conversación en el Espíritu". Sin embargo, está por verse cuál será el fruto de estas conversaciones en el Espíritu, cuya metodología se explica con gran detalle en el proceso sinodal, pero cuyos resultados prácticos aún están por comprenderse.
Debates teológicos
Se habla mucho de evitar la agenda que los medios quieren imponer en el Sínodo, y es una preocupación legítima. ¿Pero hay una agenda teológica en el Sínodo? El tema es objeto de acalorados debates, ya que las intervenciones están tan prohibidas que impiden verdaderas discusiones y debates teológicos.
El 14 de octubre, fuera del Sínodo, tres teólogos convocaron una conferencia titulada Iglesia y Sínodo son sinónimos: estilos y formas de una Iglesia sinodal. Entre los oradores se encontraba el Arzobispo Roberto Repole, un innovador que recientemente confió la gestión de las parroquias a los laicos en Turín (Italia), su diócesis de origen.
Mons. Repole argumentó que el Concilio Vaticano II no había abrazado completamente las realidades de las Iglesias locales. El Prelado abogó por la sinodalidad para infundir el Evangelio en la cultura en la que operan las Iglesias locales, haciendo hincapié en la cultura democrática de las Iglesias locales.
Para Mons. Giacomo Canobbio, profesor emérito de la Facultad Teológica del Sur, el Sínodo es "una implementación de una idea de la Iglesia que viene de lejos" y "una respuesta a los signos de los tiempos". Aún así, es, sobre todo, señaló, un antídoto contra el clericalismo, un tema que el Cardenal Jean-Claude Hollerich, relator general del Sínodo, también resaltó durante la discusión del módulo B3.
Finalmente, Simona Segoloni Ruta, profesora del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II, opinó que “hablar sobre obispos sin hablar sobre el pueblo de Dios es imposible”. Por lo tanto, argumentó que el Sínodo es necesario, porque “no sería posible reunir sólo a los obispos si la Iglesia quiere sentirse unida”.
En el propio Sínodo, el miércoles comenzó el trabajo en el módulo B3 del Instrumentum laboris, el documento de trabajo de la Asamblea, centrándose en “la cuestión de la autoridad, su significado y el estilo de su ejercicio dentro de una Iglesia sinodal”. En un discurso a la asamblea sinodal en la Congregación General, el P. Dario Vitali se enfocó en la autoridad y los cambios concretos en la Iglesia institucional. El teólogo italiano propuso la necesidad de “repensar a la Iglesia en un sentido sinodal, para que toda la Iglesia y todo en la Iglesia —vida, procesos, instituciones— sea reinterpretado en términos de sinodalidad”.
Estas discusiones introducen una variedad de perspectivas, pero no todos los participantes comparten estas opiniones. Han circulado rumores sobre ausencias planeadas para evitar debates conflictivos o expresar oposición a ciertas posiciones, lo que desafía la visión del Sínodo como una reunión armoniosa.
El nuevo calendario
Los organizadores del Sínodo introdujeron un nuevo calendario para los procedimientos. Lo más destacado es que el borrador del informe de síntesis, descrito por Ruffini como “breve y transitorio”, ahora se presentará a los delegados como un documento unificado, en lugar de en dos partes. Este ajuste tiene como objetivo permitir una consideración más sustancial de la “hoja de ruta” para la próxima fase del proceso sinodal, que culminará en la sesión final que se celebrará en octubre de 2024.
Además, se publicará una Carta al Pueblo de Dios al final de esta sesión, marcando un cambio con respecto a la práctica anterior de publicarla sólo al final de todo el proceso sinodal.
Como resultado, el Sínodo hará una pausa en sus actividades el día 23 por la tarde y durante todo el 24 de octubre, para deliberar sobre la carta de la Asamblea al Pueblo de Dios, discutida primero en círculos más pequeños y luego en la congregación general.
Surgen preguntas sobre la metodología del Sínodo
Este nuevo calendario demuestra la adaptabilidad y capacidad de respuesta de los padres sinodales y que la sinodalidad como método también implica una escucha constante. Pero plantea asimismo dudas sobre si la Asamblea sinodal podría convertirse en un debate continuo en el que nada puede considerarse definitivo en la práctica, y todo sigue bajo discusión.
Muchos participantes han expresado dudas sobre el método, aunque de manera anónima, debido a temores de romper el pedido de confidencialidad.
Estas dudas giran en torno a la práctica de asignar nuevas mesas y subtemas a los participantes al comienzo de cada nuevo módulo, así como al hecho de que en este enfoque novedoso todos discuten temas particulares en sus mesas, pero se esperaría que pocas tengan una visión global del Sínodo.
A esto se suma que la breve duración de cada intervención, limitada a cuatro minutos, hace que sea difícil articular ideas complejas y favorece los mensajes emocionales. Al menos una intervención en la Congregación General al parecer causó sorpresa, y existe una preocupación entre los participantes de que los hechos se estén manipulando para lograr un efecto emocional.
Algunos padres sinodales también se han quejado de que el enfoque parece ser demasiado “centrado en Occidente”, al menos en cuestiones relacionadas con la sexualidad y el género. Sin embargo, queda por verse si el texto de síntesis realmente abarcará todas las perspectivas, ya que el texto final se somete a votación, lo que potencialmente podría dejar de lado matices importantes y opiniones divergentes.
Con esto viene inevitablemente una democratización del proceso. Y junto con la democratización viene la subjetivación, un subproducto del proceso de escucha que prioriza la emoción sobre la razón. Cada tema debe figurar en el texto final, lo que significa que no habrá conclusiones formales ni opiniones más verdaderas que otras.
El método, hasta ahora, parece mantener a los participantes del Sínodo en relativa armonía. El Cardenal Cristóbal López Romero, Arzobispo de Rabat (Marruecos), subrayó que en las discusiones hay “divergencias, pero nunca choques”. Sin embargo, el Arzobispo de Riga (Letonia), Mons. Zbigņevs Stankevičs, fue uno de los pocos que sorprendió públicamente. En la rueda de prensa diaria defendió la atención pastoral de la Iglesia a los homosexuales, pero trazó una línea clara al decir que las uniones homosexuales no podían ser bendecidas porque son pecaminosas.
Finalmente, el Arzobispo de Vilnius (Lituania), Mons. Gintaras Grušas, presidente del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas, se sirvió de una homilía durante una de las Misas para los participantes para advertir sobre el peligro de que la sinodalidad se convierta en un fin en sí mismo y enfatizó el papel de la sinodalidad en el servicio de la misión de evangelización de la Iglesia.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.