En un momento reflexivo del Sínodo de la Sinodalidad, el Papa Francisco presidió una liturgia y un tiempo de oración en la Plaza de San Pedro en favor de los migrantes y refugiados.
“Como el buen samaritano, estamos llamados a hacernos prójimos de todos los viandantes de hoy, para salvar sus vidas, curar sus heridas, aliviar su dolor. Los migrantes tienen que ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados. Se trata de una responsabilidad a largo plazo”, instó el Sucesor de Pedro este jueves, durante el evento.
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El Santo Padre inició el momento de oración cerca de las 7:15 p.m. (hora local) con la señal de la cruz, invocando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, frente a la escultura “Angels Unawares” (Ángeles sin saberlo) del artista Timotny Schmalz, que representa a un grupo diverso de migrantes.
Luego, uno de los lectores, se dirigió a las decenas de fieles y miembros del clero presentes con estas palabras: “Nos reunimos esta tarde en la plaza de San Pedro, cerca del monumento ‘Angels Unawares’ para rezar por todos los que han perdido la vida a lo largo de las diversas rutas migratorias, por sus familias, por los que han sobrevivido y por todos los refugiados y migrantes que siguen en camino”.
A continuación, el Papa Francisco inició una plegaria:
Oremos.
Señor, para quien nadie es extranjero
y nadie lejano para recibir ayuda,
mira benignamente a los prófugos y exiliados,
a los hombres y a los niños segregados,
para que a ellos les concedas el regreso a la patria
y a nosotros nos des caridad efectiva
para con los necesitados y forasteros.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R/. Amen.
Seguidamente, un sacerdote leyó el pasaje del Buen Samaritano del Evangelio según San Lucas. Al término, el Santo Padre pronunció una reflexión.
“El camino que conducía de Jerusalén a Jericó no era una vía segura, como tampoco lo son hoy las numerosas rutas migratorias que atraviesan desiertos, bosques, ríos y mares”, sostuvo el Pontífice.
Y continuó: “¿Cuántos son asaltados, despojados y golpeados a lo largo del camino? Parten engañados por traficantes sin escrúpulos, luego son vendidos como mercancías, son secuestrados, encarcelados, explotados y convertidos en esclavos. Son humillados, torturados y violentados. Y muchos mueren sin llegar nunca a su destino”.
Según lo señalado por el Pontífice, “las rutas migratorias de nuestro tiempo están pobladas por hombres y mujeres heridos y abandonados, medio muertos, por hermanos cuyo dolor clama ante la presencia de Dios”. “A menudo son personas que escapan de la guerra y el terrorismo, como desgraciadamente vemos estos días”, lamentó.
En ese contexto, el Santo Padre recordó que lo que plantea el Evangelio es poner en práctica la “compasión”, a la que calificó como la “huella de Dios en nuestro corazón”. “El estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Esta es la clave, este es el punto de inflexión”, destacó.
También invitó a tener una formación “para los desafíos de la migración actual, comprendiendo sus criticidades, pero también las oportunidades que estas ofrecen, con vistas al crecimiento de sociedades más inclusivas, más hermosas, más pacíficas”.
“Todos debemos comprometernos a hacer más seguro el camino, para que los viajeros de hoy no sean víctimas de los bandidos. Es necesario multiplicar los esfuerzos para combatir las redes criminales que especulan con los sueños de los migrantes e indicar rutas más seguras”, agregó.
Para el Santo Padre, en el escenario mundial actual, “es evidente que es necesario conectar las políticas demográficas y económicas con las políticas migratorias en beneficio de todas las personas involucradas, sin olvidar nunca poner en el centro a los más vulnerables”.
“También es necesario promover un enfoque común y corresponsable en la gestión de los flujos migratorios, que parecen destinados a aumentar en los próximos años”, continuó.
Al final de su reflexión, el Papa Francisco invitó a un breve momento de silencio para recordar “a todos aquellos que no lo lograron, que perdieron la vida en las diferentes rutas migratorias y a aquellos que fueron utilizados y esclavizados”.
Más adelante, dio inicio a la presentación de las intenciones de oración, recordando que “cada día de nuestras vidas es una gracia del Señor, una oportunidad puesta en nuestras manos para hacer el bien y construir el Reino de Dios”.
En este punto, se pidió al Señor especialmente por la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, por la Iglesia, por las víctimas de las rutas migratorias, por los refugiados y migrantes, y finalmente por la paz.
El Papa Francisco concluyó el momento de oración con un Padre Nuestro y la bendición apostólica.