El Arzobispo de Riga (Letonia), Mons. Zbigņevs Stankevičs, quien participa en el Sínodo de la Sinodalidad, afirma que la Iglesia necesita una nueva “sensibilidad” hacia los homosexuales y remarca que las bendiciones a las personas con esta tendencia sólo pueden ser lícitas siempre y cuando no hagan vida de pareja y decidan vivir en castidad buscando evitar el pecado.
Durante un briefing informativo este miércoles 18 de octubre sobre las novedades del Sínodo de la Sinodalidad que se desarrolla en el Vaticano, Mons. Stankevičs respondió a la pregunta sobre la posibilidad de que esta Asamblea abra las puertas a la bendición de parejas homosexuales.
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Considerando las recientes declaraciones del Cardenal Zen, quien afirmó que éste no parece ser el Sínodo de los Obispos, sino el de los “promotores de los homosexuales que han sido ‘expulsados’ de la vida de la Iglesia”, al Arzobispo se le preguntó si el Espíritu Santo podría incentivar “a afirmar que las bendiciones a los homosexuales son correctas, que todo está bien, que el Espíritu Santo puede estar realmente de acuerdo con esto”.
En primer lugar, Mons. Zbigņevs Stankevičs subraya que“debemos ser fieles a la Sagrada Escritura” y a “aquello que la Iglesia durante dos mil años ha descubierto interpretando la Escritura”. Asimismo, recuerda que “la postura oficial de la Iglesia hacia los homosexuales ha sido expresada en el Catecismo de la Iglesia Católica”.
“Esto quiere decir que ellos están llamados a vivir en castidad. Y aquí se debe especificar que la tendencia como tal no es un pecado, pero se debe enfrentar”. Sin embargo, si incluyen relaciones sexuales entre ellos, “esto quiere decir —no sólo para los homosexuales, sino para cada uno— que es un pecado”, aclara, detallando que se refiere a “toda relación sexual fuera del matrimonio”.
“Pero si hablamos de bendición, diría que si llega un homosexual como una persona individual, y dice que querría vivir en la gracia de Dios, no veo contraindicación de rezar por él y ayudarlo. Luego, si llegan dos y dicen ‘queremos vivir en castidad y queremos enfrentar nuestra relación —que, diré, no es sana y somos tentados—’, se puede rezar por ellos y también bendecirlos para ayudarles a vivir en castidad”.
Sin embargo, en el caso de una pareja que convive, mantiene una vida sexual activa y quiere ser bendecida, el Arzobispo explicó que sería “un gran problema, porque así estaríamos bendiciendo vivir en el pecado”.
Recuerda, además, que el Papa Francisco, durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, afirmó que “todos, todos, todos” son bienvenidos en la Iglesia. Siguiendo esta línea, Mons. Stankevičs insiste en que “en la Iglesia hay lugar para todos y no rechaza a ninguno”, ya que “la Iglesia es madre de todos, también de los pecadores, porque todos somos pecadores”.
Asimismo, puntualiza que “debemos acoger a las personas con amor, sin juzgar” y “respetar su dignidad humana sin discriminarlos injustamente”, como insiste el Catecismo.
En ese sentido recuerda lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica en el párrafo 2358, respecto a que las personas con atracción hacia el mismo sexo "deben ser aceptadas con respeto, compasión y sensibilidad" y que "debe evitarse todo signo de discriminación injusta hacia ellas".
Para el Prelado, “el verdadero amor no es separable de la verdad”, ya que lo contrario significaría “permisivismo”. Asegura que “si el amor está separado de la verdad, ya no es amor”, y si se bendice a una persona que vive en pecado, “hacemos mal”, ya que esa persona “está en peligro”.
“Esto quiere decir que aquí se necesita una nueva sensibilidad, un nuevo acercamiento en comparación con lo que ha habido antes”, señala más tarde.
Por último, cuenta que él mismo ha pasado “por una conversión pastoral”. Asegura que antes “solamente juzgaba” a las personas con esta condición y que, con el tiempo, ha empezado “a entender que [el no juzgar a los demás] es algo evidente, pero que se necesita pasar por un proceso para descubrirlo”.
“Jesús dice que debemos amar al prójimo y también a nuestro enemigo… También los homosexuales son mi prójimo y debo amarlos. Amarlos en la verdad, un verdadero amor y no un amor que solamente permite todo”, concluye.