La Conferencia Episcopal Colombiana terminó hoy su Asamblea Plenaria con un mensaje en el que señala que la crisis moral y social del país evidencia un divorcio entre la fe y la vida de los creyentes.

El texto, firmado por el Cardenal Pedro Rubiano, Arzobispo de Bogotá, reconoce que “hay huellas de santidad en nuestra historia patria y que un gran número de colombianos es fiel al Señor” pero también “existe en muchos un divorcio entre fe y vida, entre lo que se dice creer y lo que se hace en la práctica”. 

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“¡Hay tantos que se dicen cristianos y no están interesados en el seguimiento de Jesús, el Señor! Los desórdenes que vive el país a causa de la mentira, la injusticia, la falta de solidaridad y la violencia así lo reflejan”, indica.

Según el comunicado, “ésta es la razón de nuestro trabajo en estos días: cuando miramos los comienzos de la vida de la Iglesia comprendemos que lo normal sería que al anuncio de Jesucristo y a la celebración de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía,  siguiera siempre una existencia cristiana en coherencia con la vida que el mismo Señor nos comunica”.

La auténtica identidad del cristiano, explica el documento, “está en Cristo mismo, de quien recibe su nombre.  El cristiano es alguien que ha encontrado personalmente a Jesucristo resucitado y como Pedro, los apóstoles y los primeros cristianos, comprende que es testigo del mismo Señor y Salvador”.

“Ha llegado a ser su discípulo y su apóstol. El cristiano ha aprendido del mismo Cristo el amor del Padre Misericordioso y , por tanto, experimenta su relación con Dios como una filiación que sobrepasa toda expectativa y colma todo anhelo. El cristiano auténtico comprende que es miembro activo de la Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios”, agrega.

En este sentido, recuerda que la “evangelización es la invitación a una conversión sencilla y espontánea, permanente y llena de esperanza, gracias al poder del Espíritu Santo,  que anima y dirige la acción de la Iglesia”.

Y “para que la evangelización alcance realmente a cada persona, la Iglesia, gran familia de los hijos de Dios, acompaña , con la fuerza del Espíritu Santo, a  cada ser humano desde los comienzos de su existencia para que, a partir de la gracia del Bautismo, sea llevado a la madurez de su existencia en Cristo por la Confirmación y alimentado con la Vida del Señor que se entrega a cada uno en la Eucaristía”.

Los obispos reconocen como “preocupación nuestra, muy importante, la preparación de evangelizadores y catequistas que aseguren procesos de renovación de las personas y las lleve a compromisos en la línea de formación de pequeñas comunidades cristianas”.

Por este motivo, se comprometen a brindar una “atención muy especial a nuestra acción catequística y pastoral con  los adultos, para que tengan los medios de llegar a gustar la gracia que Jesús les ha dado por su Espíritu y logren una nueva y total conversión al Señor y un compromiso de reconciliación, perdón y paz para el país”.