Este 7 de octubre la Iglesia Católica celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, quien libró de las garras del diablo a un beato.
En el libro El secreto admirable, San Luis María Grignion de Montfort (1673-1716) cuenta la historia de un beato llamado Tomás de San Juan, quien llegó a ser un gran propagador del rezo del Santo Rosario.
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El diablo, lleno de envidia, “lo redujo con duros tratos a una larga y penosa enfermedad en la que fue desahuciado por los médicos”.
Cierto día, cuando el beato creía que se acercaba la hora de su muerte, el maligno se le presentó con un aspecto horrible. Entonces, Tomás de San Juan elevó la mirada a una imagen de la Madre de Dios que tenía cerca y gritó a viva voz: “¡Ayúdame! ¡Socórreme! ¡Dulcísima Madre mía!”.
De pronto, la imagen cobró vida y la Virgen María lo agarró del brazo. Luego le dijo: “¡No tengas miedo, Tomás, hijo mío! ¡Aquí estoy para ayudarte!”.
“Levántate y sigue predicando la devoción de mi Rosario, como habías empezado a hacerlo. ¡Yo te defenderé contra todos tus enemigos!”, añadió Nuestra Señora.
El demonio escuchó esto y salió huyendo, mientras que el beato quedó milagrosamente curado. Entre lágrimas, Tomás de San Juan le agradeció a la Virgen su auxilio y siguió propagando el rezo del Santo Rosario.
¿Quién fue el Beato Tomás de San Juan?
Aunque San Luis María Grignion de Montfort no da muchas referencias, el Beato Tomás de San Juan sería un fraile dominico que impulsó las cofradías del Rosario en México.
De acuerdo a la Real Academia de la Historia (RAH) de España, Tomás de San Juan o también conocido como Tomás del Rosario nació en Asturias, aproximadamente en 1505. Profesó como dominico y más adelante fue enviado a evangelizar a las Indias.
De esta manera impulsó el desarrollo de la Cofradía del Rosario en Ciudad de México, Oaxaca y Puebla, donde existe una espléndida Capilla del Rosario que no se hubiera hecho realidad sin este movimiento mariano.
La RAH indica que cuando Fray Tomás era subprior del Convento de Santo Domingo de México “recibió un favor de la Virgen y desde entonces se dedicó en calidad de capellán de la Cofradía del Rosario a la propagación de esta devoción en Nueva España”.
Fray Tomás es recordado como un hombre de oración, muy mariano, caritativo y gran predicador. Partió a la Casa del Padre en 1561 en el Convento de Santo Domingo de la Ciudad de México.