Un día como hoy, 6 de octubre de 2002, el Papa San Juan Pablo II canonizó a San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei.
Josemaría Escrivá de Balaguer nació en Barbastro (España) el 9 de enero de 1902. Desde muy niño sus padres le inculcaron una profunda devoción cristiana. A los 13 años sintió en su interior que Dios desea algo de él, pero sin saber qué específicamente. Es entonces cuando decide ser sacerdote para descubrirlo con más claridad.
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El 28 de marzo de 1925 recibió el orden sagrado, después de haberse graduado como abogado. Luego, en 1927, se trasladó a Madrid para cursar el Doctorado en Derecho. Es allí cuando, un 2 de octubre de 1928, día de los Ángeles Custodios, al fin descubre qué era lo que Dios le pedía: hacer entender a los hombres y las mujeres de todo el mundo que podían amar y servir a Dios sin dejar de vivir en su trabajo ordinario. Así surge el Opus Dei, al que dedicaría el resto de su vida.
Con motivo del 21 aniversario de la canonización de San Josemaría, el Opus Dei publicó en su sitio web los recuerdos de aquel 6 de octubre de 2002, principalmente la transcripción de la homilía del Papa San Juan Pablo II pronunciada en la Plaza de San Pedro.
Delante de una multitud de más de 80 países, el Pontífice resaltó la misión que cumplió San Josemaría de “elevar el mundo hacia Dios y transformarlo desde dentro”. Además, subrayó la importancia que tiene para los cristianos “dejarse guiar dócilmente por el Espíritu Santo”, para cumplir la voluntad de Dios, como lo hizo el fundador del Opus Dei.
"A ese Dios invisible lo encontramos en las cosas más visibles y materiales", afirmaba San Josemaría. Sobre esto, San Juan Pablo II manifestó en su homilía que “es una enseñanza actual y urgente”, porque los creyentes están llamados a “entablar con el Señor una relación ininterrumpida y vital”, que impregne todos los ámbitos de sus vidas.
“Esta visión sobrenatural de la existencia abre un horizonte extraordinariamente rico de perspectivas salvíficas, porque, también en el contexto sólo aparentemente monótono del normal acontecer terreno, Dios se hace cercano a nosotros y podemos cooperar a su plan de salvación”, indicó entonces el Sucesor de Pedro.
“Siguiendo sus huellas, difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad”, fue el llamado de San Juan Pablo II aquel día de 2002. Y agregó: “Esforzaos por ser santos vosotros mismos en primer lugar, cultivando un estilo evangélico de humildad y servicio, de abandono en la Providencia y de escucha constante de la voz del Espíritu”.
Además, explicaba el Santo Padre que la misión de San Josemaría era difícil, y que no hubiera podido llevarla a cabo sin una oración incesante. Y añadió que el sacerdote español era “un maestro en la práctica de la oración”, a la que consideraba un “arma extraordinaria” para redimir el mundo.
“Que el Señor os ayude, queridísimos hermanos y hermanas, a acoger esta exigente herencia ascética y evangelizadora. Les sostenga María, a quien el santo fundador invocaba como Spes nostra, Sedes Sapientiae, Ancilla Domini (Esperanza nuestra, Trono de Sabiduría, Esclava del Señor)”, concluía el Papa polaco aquel día.