Durante la Misa de apertura del Sínodo de la Sinodalidad que ha tenido lugar esta mañana, el Papa Francisco subrayó que este evento no es “un plan de reformas” e instó a trabajar por una Iglesia que no cae en la “tibieza” ni se “rinde ante las modas del mundo”. 

Esta mañana en la Plaza de San Pedro, aún revestida de flores y vegetación desde la vigilia ecuménica de oración realizada el sábado 30 de septiembre, el Papa Francisco se reunió con los nuevos cardenales creados en el reciente consistorio para celebrar una Santa Misa con motivo del inicio del Sínodo de la Sinodalidad, que comienza este 4 de octubre.

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El Sínodo de la Sinodalidad fue convocado en el mes de octubre de 2021 bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. A la sesión que se desarrollará este mes de octubre en Roma están convocadas 365 personas, entre ellos obispos, religiosos, sacerdotes, diáconos y laicos. Por primera vez, quienes no son obispos —entre ellos 54 mujeres— tendrán derecho a voto. 

Tras la llegada de los purpurados, religiosos y numerosos laicos de diferentes nacionalidades, el Santo Padre dio inicio a la celebración pidiendo la intercesión de San Francisco de Asís, cuya festividad se celebra hoy. 

Ante el inminente arranque del Sínodo de la Sinodalidad, el Pontífice advirtió: “No estamos aquí para celebrar una reunión parlamentaria o un plan de reformas. No. Estamos aquí para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados”, subrayó. 

Al reflexionar sobre las lecturas, el Santo Padre destacó que “Jesús no se deja vencer por la tristeza y en las dificultades”, sino que “es capaz de discernir el bien escondido que crece, la semilla de la Palabra acogida por los sencillos”.

Partiendo de la “mirada de Jesús” mostrada en el Evangelio, el Papa Francisco explica que es “una mirada que bendice y que acoge”.

Esto, según precisó el Papa, “nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas. Que si el Sínodo dará ‘este permiso, o abrirá esta puerta’. Esto no sirve”. 

“El Sínodo —insistió— no es un parlamento, el protagonista es el Espíritu Santo. Estamos aquí para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados. Partamos, pues, de la mirada de Jesús, que es una mirada que bendice y acoge. La mirada de Jesús es así, bendice y acoge”.

Asimismo, señaló que el Señor “nos invita también a ser una Iglesia que, con corazón alegre, contempla la acción de Dios y discierne el presente; que, en medio de las olas a veces agitadas de nuestro tiempo, no se desanima, no busca escapatorias ideológicas, no se atrinchera tras convicciones adquiridas, no cede a soluciones cómodas, no deja que el mundo le dicte su agenda”.

El Santo Padre reiteró que la Iglesia no debe afrontar “los desafíos y los problemas de hoy con espíritu de división y de conflicto”, sino que, por el contrario, debe volver “los ojos a Dios que es comunión y, con asombro y humildad”. 

El Pontífice recordó que “le pertenecemos a Él” y que el Señor “es la única razón de nuestra existencia es llevarlo a Él al mundo”. 

“Esto nos basta, sólo Él nos basta. No queremos glorias terrenas, no queremos quedar bien a los ojos del mundo, sino llegar a él con el consuelo del Evangelio, para testimoniar mejor, y a todos, el amor infinito de Dios”, subrayó. 

El Papa Francisco remarcó que la tarea principal del Sínodo es “volver a poner a Dios en el centro de nuestra mirada, para ser una Iglesia que ve a la humanidad con misericordia”. 

“Una Iglesia unida y fraterna —continuó—, o al menos que busca estar unida y ser fraterna, que escucha y dialoga; una Iglesia que bendice y anima, que ayuda a quienes buscan al Señor, que sacude saludablemente a los indiferentes, que pone en marcha itinerarios para instruir a las personas en la belleza de la fe. Una Iglesia que tiene a Dios en el centro y, por consiguiente, no crea división internamente, ni es áspera externamente. Es así como Jesús quiere a su Iglesia, su Esposa”. 

A continuación, insistió en que “los sabios no reconocen la obra de Dios” y precisó que Cristo “se alegra en el Padre porque se revela a los pequeños, a los sencillos, a los pobres de espíritu”.

Según el Sucesor de Pedro, esta mirada de Jesús “nos invita también a ser una Iglesia que acoge, no con las puertas cerradas. En una época compleja como la actual, surgen nuevos desafíos culturales y pastorales, que requieren una actitud interior cordial y amable, para poder confrontarnos sin miedo”. 

“En el diálogo sinodal, en esta hermosa ‘marcha en el Espíritu Santo’, que realizamos juntos como Pueblo de Dios, podemos crecer en la unidad y en la amistad con el Señor para observar los retos actuales con su mirada”, remarcó.

En este sentido, el Papa Francisco aclaró que la Iglesia no debe ser rígida, “una aduana que se acoraza contra el mundo y mira hacia el pasado” y tampoco “una Iglesia tibia, que se rinde ante las modas del mundo” ni una Iglesia “cansada, replegada en sí misma”.

Más tarde, recordó que San Francisco de Asís, cuya onomástica se celebra este 4 de octubre, “en un período de grandes luchas y divisiones entre el poder temporal y el religioso, entre la Iglesia institucional y las corrientes heréticas, entre cristianos y otros creyentes, no criticó ni atacó a ninguno, sólo abrazó las armas del Evangelio: la humildad y la unidad, la oración y la caridad”, e instó a imitar su ejemplo.

“Y si el Pueblo santo de Dios con sus pastores, provenientes de todo el mundo, alimentan expectativas, esperanzas e incluso algunos temores sobre el Sínodo que comenzamos, recordemos una vez más que no se trata de una reunión política, no es un parlamento, sino de una convocación en el Espíritu; no de un parlamento polarizado, sino de un lugar de gracia y comunión”, insistió. 

Además, puntualizó que “el Espíritu Santo deshace, a menudo, nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras previsiones y negatividades”. 

El Santo Padre explicó que “el momento de mayor fruto en el Sínodo son los momentos de oración, donde el Señor actúa en nosotros. Abrámonos e invoquemos al Espíritu Santo, Él es el protagonista. Dejemos que Él sea el protagonista del Sínodo”, concluyó el Papa. 

Puede leer la homilía completa aquí.