Son numerosos los templos cargados de historia y significado que se reparten por la singular ciudad de Asís, lugar en el que nació y vivió San Francisco, cuya festividad se celebra cada 4 de octubre.
Uno de estos lugares es, sin duda, la que la tradición identifica como la casa donde nació y vivió el santo hasta los 24 años, convertida en iglesia en 1615 bajo el nombre de Chiesa Nuova (Iglesia nueva) por voluntad del rey español Felipe III.
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En el interior del templo todavía pueden diferenciarse algunas estancias que pertenecieron a la familia del “Pobre de Asís”. Entre ellas, destaca una pequeña “prisión” donde su padre le encerró y encadenó para castigarlo por abrazar la pobreza y decidir vivir una vida evangélica.
A las puertas de esta celda, protegida con barrotes de hierro y en cuyo interior hay una escultura del santo en oración que data del siglo XVII, puede leerse una inscripción sobre una losa de mármol que indica que su padre, Pietro di Bernardone, aprisionó “a su dulce hijo”.
San Francisco de Asís pertenecía a una familia acomodada y de renombre en este enclave de la zona de Umbría, en Italia, que con el tiempo pasó a denominarse “la ciudad de la paz”.
Su padre, Pietro, comerciaba especialmente en Francia y, debido a que se encontraba en este país cuando nació su hijo, al futuro santo le apodaron “Francesco” (el francés), ya que su nombre de bautismo fue Juan.
Al descubrir su vocación orientada a la pobreza, Francisco vendió un caballo y varios vestidos con los que comerciaba su padre para ayudar a un sacerdote a reconstruir el templo de San Damián.
Enfurecido por lo ocurrido, y al ver cómo los vecinos se burlaban de su hijo que ahora vestía con harapos, Pietro Bernardone se lo llevó a su casa para golpearle. Antes de encerrarlo en la pequeña prisión, también le puso unos grilletes en los pies.
Fue su madre, de nombre Pica, quien se encargó de poner en libertad a su hijo. Su padre, al enterarse, fue a buscarle y le obligó a renunciar a su herencia, algo que Francisco no tuvo dificultad en hacer.
A pesar de la oposición de su padre, el santo que inspiró al Papa Francisco para elegir su nombre vivió el resto de sus días siendo ejemplo de pobreza, castidad y obediencia con una pureza y fuerza propias de su eterno testimonio.
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