Mons. Ángel Sixto Rossi, Arzobispo de Córdoba (Argentina), es uno de los 3 argentinos elegidos por el Papa Francisco para recibir la púrpura cardenalicia en el consistorio de mañana, sábado 30 de septiembre.
Considerado como un “hijo espiritual” del Santo Padre, este jesuita es uno de los futuros cardenales más cercanos al Papa Francisco debido, principalmente, a que fue alumno del Pontífice y ambos “vivieron bajo el mismo techo” durante 8 años.
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El entonces P. Jorge Bergoglio lo recibió en su ingreso a la Compañía de Jesús. Bergoglio se convirtió en su provincial y más tarde en el rector de la casa de formación donde se encontraba. Fruto de esos años, surgió un estrecho vínculo que todavía hoy se mantiene.
A las puertas del consistorio, el Arzobispo cuenta a ACI Prensa cuál fue la mayor lección que aprendió de su profesor.
Mons. Rossi destaca dos “grandes” enseñanzas: “En primer lugar, la misericordia, la ‘capacidad de misericordiar’, como dice él”.
De sus años como alumno del ahora Papa Francisco aprendió también y sobre todo “la capacidad de caridad concreta con gestos. Es realmente impresionante”, señala.
El Arzobispo argentino asegura estar aún sorprendido por la elección del Santo Padre y destaca que tratará de “ayudar al Papa en el gobierno universal, en lo que uno pueda” y “ayudarle a discernir el día de mañana”.
Preguntado acerca de las características que debe tener un cardenal de la Iglesia, remarcó la humildad y la sencillez: “Que no nos la creamos, que esto no es un cargo hacia arriba sino un cargo de servicio. En esto el Papa insiste mucho, aunque a muchos no les hace mucha broma”.
“No somos príncipes de la Iglesia, sino servidores del pueblo de Dios. Es fácil decir los desafíos y luego vivirlo, también en mi caso. Son ámbitos de servicio. El Papa tiene muy claro esto, ‘poder’ significa ‘servir’”.
El futuro cardenal aclara que cuanto “más poder, más servicio” y que se debe entender esto “desde el corazón”, comprenderlo “como un servicio tan importante como dar de comer a un pobre o predicar”, y que depende, asegura, “del amor que uno ponga en lo que hace”.
Respecto al Sínodo de la Sinodalidad, asegura que espera “poder escucharnos, poder dialogar y poder discernir cuáles son los desafíos de la Iglesia y del mundo”.
“Yo creo que todo tiene que estar dirigido a la persona, poner al ser humano en el centro. Hemos olvidado el ser humano y muchas veces hay que volver a poner a la persona en el centro y a partir de ahí ver el modo de ayudarnos a hacernos un poquito más felices entre todos”.
Además, remarca que él no es un “teólogo” o un “intelectual” y asegura que es más “sencillo y pastoral”.