Durante un encuentro interreligioso este viernes en Marsella (Francia) el Papa Francisco rindió un homenaje a los migrantes fallecidos en el Mar Mediterráneo, haciendo un llamado a “no resignarnos” a ver personas tratadas como productos de una mera transacción.
“No podemos resignarnos a ver seres humanos tratados como mercancía de cambio, aprisionados y torturados de manera atroz; no podemos seguir presenciando los dramas de los naufragios, provocados por contrabandos repugnantes y por el fanatismo de la indiferencia”, sostuvo.
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Este viernes 22 de septiembre, cerca de las 6:00 p.m. (hora local), el Santo Padre encabezó un momento de reflexión, acompañado de líderes religiosos locales, alrededor de un memorial ubicado a 200 metros de la Basílica de Notre-Dame de la Garde, histórico templo donde minutos antes se había reunido con el clero diocesano. El memorial se trata de una Cruz de Camarga, que recibe este nombre porque fue realizada en esta región en la década de 1920.
Durante el encuentro, hicieron acto de presencia delegaciones de la asociación de líderes religiosos Marseille Espérance, del apostolado del Mar “Stella Maris”, de Cáritas Gap-Briançon, del servicio diocesano de pastoral para migrantes y de la Sociedad Nacional de Socorristas en el Mar.
Después de un canto inicial frente al memorial, el Arzobispo de Marsella, Cardenal Jean-Marc Aveline, dio un saludo de bienvenida al Papa, agradeciendo su “valentía y tenacidad con la que, desde hace 10 años, desde su primer viaje a Lampedusa [Italia], defiende la causa de los inmigrantes, frente a todo y contra todo”.
El Purpurado, pese a calificar el Mar Mediterráneo como “bello y apacible”, lamentó que éste pueda llegar a convertirse “en un cementerio cruel”, donde hombres, mujeres y niños “que huyen de la pobreza y de la guerra, son despojados de sus bienes por traficantes deshonestos, que los condenan a muerte haciéndolos subir a bordo de barcos viejos y peligrosos”.
“¡Esto es un crimen!”, subrayó.
Al concluir su discurso, el Santo Padre recordó que este encuentro interreligioso se lleva a cabo “en memoria de aquellos que no sobrevivieron, que no fueron salvados”.
“No nos acostumbremos a considerar los naufragios como noticias y a los muertos como cifras; no, son nombres y apellidos, son rostros e historias, son vidas rotas y sueños destrozados”, exhortó.
Según Francisco, en la actualidad hace falta humanidad, es decir, “silencio, llanto, compasión y oración”. Seguidamente, invitó a los presentes a un momento de silencio.
Más adelante hizo un llamado a socorrer a las personas que, “al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse”. “Es un deber de humanidad, es un deber de civilización”.
“El cielo nos bendecirá si en la tierra y en el mar sabemos cuidar de los más débiles, si sabemos superar la parálisis del miedo y el desinterés”, acotó.
Para el Santo Padre, los representantes de las distintas religiones están llamados a dar ejemplo “en la acogida recíproca y fraterna”.
Concluyó su mensaje con otra invitación: “Hermanos, hermanas, afrontemos unidos los problemas, no hagamos naufragar la esperanza, ¡formemos juntos un mosaico de paz!”.
Tras la participación del Papa Francisco, un joven migrante compartió su testimonio de supervivencia en altamar, el coro interpretó un canto y representantes de las organizaciones participantes presentaron las peticiones.
El Sucesor de Pedro concluyó el momento de reflexión con una oración y, junto con dos migrantes y los líderes religiosos, se dirigió al memorial de los desaparecidos en el mar, donde colocó una ofrenda de flores. Mientras el coro entonaba el canto de salida, el Santo Padre se despidió de los líderes religiosos.
Al final del evento, el Pontífice se trasladó en automóvil al Arzobispado de Marsella, para ser recibido por el personal y luego cenar.