El Arzobispo Ettore Balestrero, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Oficina de las Naciones Unidas e Instituciones Especializadas en Ginebra (Suiza), ha recordado que el aborto no es legítimo en ningún caso, así “una mayoría de individuos o Estados los afirmen”.
“Los derechos humanos no son simplemente un privilegio concedido a los individuos por consenso de la comunidad internacional”, sino que representan “aquellos valores objetivos e intemporales que son esenciales para el desarrollo de la persona humana”, afirmó el 13 de septiembre durante su intervención ante el 54° Consejo de Derechos Humanos.
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Para el Prelado, si una mayoría decidiera ignorar algún derecho de la Declaración Universal, eso no disminuiría la validez de ese derecho, ni sería excusa para que sea irrespetado.
Además, Mons. Balestrero advirtió sobre los supuestos “nuevos derechos”, que no son legítimos “sólo porque una mayoría de individuos o Estados los afirmen”. Para él, el ejemplo más claro “lo representan los aproximadamente 73 millones de vidas humanas inocentes que se interrumpen cada año en el seno materno, so pretexto de un supuesto 'derecho al aborto'”.
Adoptar una “opción preferencial por los pobres”
A 75 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos, “muchos de nuestros hermanos y hermanas siguen sufriendo guerras, conflictos, hambrunas, prejuicios y discriminaciones”, manifestó Mons. Balestrero, y agregó que hoy “quien es percibido como débil, pobre o carente de 'valor' según ciertas normas culturales, es ignorado, marginado o incluso considerado una amenaza que hay que eliminar”.
En este sentido, el Arzobispo indicó que “es esencial adoptar una opción preferencial por los pobres y marginados, para defender sus derechos universales y permitirles prosperar y contribuir al bien común”. Asimismo, hizo eco de las palabras del Papa Francisco de “combatir la cultura del descarte”.
Por último, hizo referencia a la encíclica Fratelli tutti del Pontífice, específicamente un pasaje que alude a la marginación de los débiles y vulnerables, afirmando que se debe “vivir y enseñar el valor del respeto por los demás, un amor capaz de acoger las diferencias, y la prioridad de la dignidad de todo ser humano en relación a sus ideas, opiniones, prácticas e incluso pecados”.