Cada 9 de septiembre se celebra a Santa María de la Cabeza, esposa de San Isidro Labrador. En una ocasión, ella fue acusada de adulterio y su esposo comenzó a seguirla, encontrándose con algo inexplicable.
En la web de la Arquidiócesis de Madrid se presentan dos relatos antiguos que hacen referencia a este hecho, conocido como “los celos de San Isidro”. Se dice que unos calumniadores fueron con un chisme al santo: su mujer le era infiel.
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Le contaron que María Toribia, su nombre de pila, se ponía a conversar de manera impropia con unos pastores que se encontraban a orillas del río Xarama (Jamara). Además, le indicaron que el mismísimo demonio, con forma humana, también estaba en ese grupo.
El relato narra que San Isidro no creyó en esas habladurías. Sin embargo, se escondió cerca del río para ver lo que Santa María de la Cabeza hacía. La vio llegar con una antorcha y el aceite que usaba para alumbrarse en una ermita, donde rezaba y limpiaba.
Ese día el cauce del río había crecido y la corriente era muy fuerte. Ante esto, la santa hizo la señal de la cruz y puso su mantilla sobre el agua. Luego se subió a ella y pasó al otro lado sin mojarse.
San Isidro vio lo sucedido, pero aún así se quedó esperando a que su esposa regresara. Entonces observó que el inexplicable suceso se volvía a repetir.
En ese momento, el santo sintió mucho alivio y confirmó el buen concepto que tenía de su esposa.
A raíz de esta tradición, a Santa María de la Cabeza se le suele representar con una antorcha en una mano y en la otra con un frasco de aceite.
Se cree que la santa falleció un 8 de septiembre de 1175. Se le llama “de la Cabeza” porque los fieles veneraban su cráneo hasta que se descubrió el resto de su cuerpo. Sus restos reposan actualmente junto a los de su esposo en la Colegiata de San Isidro, en el casco histórico de Madrid.