El P. Mateo Bautista, sacerdote camilo, especialista y autor de varios libros sobre el duelo, reflexionó sobre este tema a la luz de una experiencia de San Agustín: la muerte de su amigo de la niñez.
En el marco del ciclo radial “Acompañamiento en el duelo”, de Radio María, el sacerdote comentó el proceso vivido por el santo ante este gran sufrimiento.
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“La muerte de los amigos es un sufrimiento del alma, porque el que no haya llorado a un amigo no sabe lo que es la amistad, y tal vez no sepa lo que es el amor puro”, consideró.
“El mismo San Agustín, de quien vamos a hablar por la muerte de su amigo, en su célebre testimonio de su proceso de duelo, dice que en esta vida son necesarias dos cosas: el amigo y la salud”, recordó el sacerdote.
“Por cierto, la palabra amigo, en latín [amicus], viene de amor”, destacó, y enfatizó que el sufrimiento que ocasiona la muerte de un amigo es algo a lo que “hay que darle mucha importancia y hay que hacer todo un trabajo de duelo”.
“Además, para muchas personas suele coincidir ese suceso de la muerte de un amigo, en épocas de niñez, de juventud, o en la adultez temprana, donde todavía la personalidad se va formando”, señaló el P. Bautista.
El sacerdote comentó su caso particular: la pérdida de un primo hermano de apenas 12 años, que era su “mejor amigo”; y la muerte en un accidente de su compañero de habitación del seminario.
Toda herida, afirmó el sacerdote, “tiene que ser reconocida, aceptada, asumida, procesada, trabajada, cicatrizada”. Todo sufrimiento, sostuvo, “ha de tener un trabajo de duelo”. Son heridas muy profundas “que dejan secuelas si no se trabajan bien”.
En cuanto a San Agustín, el sacerdote repasó el libro IV de sus Confesiones, en el que menciona, sin decir el nombre, a su “amigo de siempre, de crianza, de aventuras”.
En dicho libro, el santo relata: “En aquellos años, en el tiempo en que por vez primera abrí cátedra en mi ciudad natal, adquirí un amigo, a quien amé con exceso por ser condiscípulo mío, de mi misma edad, y hallarnos ambos en la flor de la juventud. Juntos nos habíamos criado de niños, juntos habíamos ido a la escuela y juntos habíamos jugado”.
Pero cuando su amigo falleció, por razones de salud, San Agustín describió su sufrimiento con las siguientes palabras:
“De sufrimiento
se ensombreció mi corazón.
Y lo que veía
era la imagen de la muerte.
Hasta mi ciudad natal
se me convirtió en tormento
y la casa paterna
en innegable pena.
Por todas partes,
lo buscaban mis ojos,
pero no lo encontraban
y todo se tornó aborrecible,
porque las cosas no eran ya.
Yo mismo me volví
un enigma ante mis ojos”.
“¿Qué es lo que hacemos las personas en sufrimiento? El fenómeno de la cancelación. Lo dejamos ahí”, y tomando el ejemplo de Agustín ante la muerte de su padre, precisó: “Como si no hubiese pasado nada. Se terminó el asunto, es un caso cerrado”.
En respuesta, afirmó: “No. Las heridas internas no se cierran con un decreto de la voluntad o del deseo. Eso es un gran error”.
El ejemplo de San Agustín, indicó el sacerdote, “es el modelo de cómo no hay que hacer un trabajo de duelo ante el sufrimiento por la muerte de un ser querido”.
“San Agustín escribió este texto maravilloso para expresar que un amigo a uno le duele, pero también cómo hay caminos que nunca debemos transitar cuando sufrimos. Y uno es este: cancelar sufrimientos diciendo ‘se terminó’. No es así, porque esos sentimientos que no se abordan nos van a pasar factura después”.
“Agustín, como canceló la muerte y el sufrimiento por la muerte de su padre, no se había dado ocasión de confrontar con la propia muerte”, explicó.
“Un hombre es plenamente hombre cuando se confronta con la muerte de los demás o la propia muerte”, añadió. “La persona que no asume que es mortal, que no habla de la muerte de los seres queridos, que no se plantea su propia muerte, se animaliza. No se humaniza”.
“San Agustín llegó con este sufrimiento de la muerte del amigo porque antes cometió el gravísimo error de no hacer el proceso de duelo por la muerte de su padre, aunque éste no fuera un modelo”, sostuvo.
El escrito de San Agustín ante la muerte de su amigo es “la primera expresión de trabajo de duelo donde un autor antiguo habla de su sufrimiento”, indicó el P. Bautista.
Para terminar, reflexionó: “Lo que no se asume, no se supera, no se trabaja, y toda herida que no se trabaja persiste, se prolonga, echa raíces, pasa factura”.