Este 8 de septiembre se celebra la fiesta del Nacimiento de la Virgen María, que con mucha alegría solía celebrar San Aníbal María di Francia. Este santo tuvo una visión de la Madre de Dios siendo niña y le compuso una oración por los enfermos.
San Aníbal nació en Messina (1851-1927), ciudad portuaria en la isla de Sicilia, al sur de Italia. Fue ordenado sacerdote en 1878 y, con permiso de su obispo, se introdujo con profundidad en el mundo de los pobres, necesitados y marginados.
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Más adelante instituyó orfanatos, llamados “antonianos” porque estaban bajo la protección de San Antonio de Padua. Posteriormente fundó la Congregación de las Hijas del Divino Celo y la Congregación de los Rogacionistas. Siguiendo el consejo de Cristo, insistió mucho en rogar “al dueño de la mies” que envíe más vocaciones sacerdotales.
En el sitio web del Instituto Antoniano de los Rogacionistas de Messina se indica que el santo tuvo una gran devoción a la Virgen, especialmente en su advocación de Niña María. Tanto así, que le compuso poemas y canciones que proclamaba y cantaba con los brazos abiertos y mirando al cielo.
Además, animó a que en todas sus obras se tuviera una estatua de la Virgen Niña y le gustaba tomarse fotos con esta imagen. Un día antes de morir, Ella se le apareció en una visión y lo reconfortó.
San Aníbal le escribió una oración a Santa María Niña con la que se puede pedir por los enfermos y que les compartimos a continuación:
¡Inmaculadísima Niña María! Vengo a tus pies, me arrojo humildemente para besar tus santísimos pasos, y por amor de tus santos padres, San Joaquín y Santa Ana, que te imploraron desde el cielo con sus oraciones, te ruego, te suplico que me consigas la curación de... (decir el nombre)..., que le devuelvas completamente la salud para que ese motivo dudoso se disipe por completo... Tú me comprendes, ¡oh Suprema y Amorosísima Niña! ¡Oh, nunca me has negado ninguna gracia! ¡Oh, concédeme esta gracia! ¡Te suplico a tu Inmaculado Corazón! ¡Cubre con tus divinas virtudes mi indignidad! ¡Perdona mis pecados! ¡Madre y Reina mía! ¡Oh, no rechaces mi súplica! ¡Oh, concédela! Por el amor de San Joaquín y Santa Ana, ¡concede mi petición! Amén.