La autora católica Maggie Green ofrece en su libro The Saint Monica Club (El club de Santa Mónica) cinco reglas para aquellos que, al igual que la madre de San Agustín, enfrentan el dolor de tener seres queridos apartados de la fe.
Y es que la piedad y la oración continua de Santa Mónica, cuya fiesta se celebró el 27 de agosto, llevó a la conversión de su marido y de su suegra, permitió que dos hijos ingresaran a la vida religiosa y que su hijo Agustín llegara a ser Doctor de la Iglesia.
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A continuación les compartimos los valiosos consejos de Green inspirados en la fe de Santa Mónica para esperar en Cristo a nuestros familiares alejados.
1. Reza sin cesar
“Preparen a los santos, preparen a sus ángeles custodios, consulten a las santas almas del purgatorio; soliciten a las almas de los fallecidos que conocieron, que recen para que estos errantes sean considerados merecedores de las promesas de Cristo”, son las primeras recomendaciones de Green.
2. Ofrece ayuno y sacrificios
Según la autora, Santa Mónica daba limosnas y ofrendas hasta que le pedían que se detenga, “e hizo de esa obediencia también una ofrenda”. Por ello, su consejo es ofrecer aunque sea algo pequeño, como un indicio de que la voluntad se “moldea” a la de Dios en lo ordinario, “en expiación por los pecados que ofenden a Dios”.
3. Ama a tu hijo pródigo
“Come con ellos, reza en su presencia, lo quieran o no, y permanece completamente presente y auténticamente fiel. No dejes de revestirte de Cristo en su presencia, sino muestra a Cristo en su presencia a través de cómo los recibes”, detalla.
4. Pide a otros que recen contigo por ellos
Esto se debe hacer, afirma Green, “incluso si no saben que el ser querido está lejos de la fe”, porque “cada uno de nosotros que reza por otro revela su confianza en que Dios escucha nuestras oraciones y busca sanar a quienes amamos más allá de lo que pedimos”.
5. Persiste
Green concluye afirmando que los miembros del club de Santa Mónica “entienden que Dios se sirve de nuestras vidas para enamorar a cada alma, y que ningún momento (ningún segundo de devoción, oración, amor, sacrificio o servicio) se desperdicia”.
“Nunca debemos desanimarnos, porque siempre sabemos que Dios anhela su compañía en el gran banquete de bodas más que nosotros”, afirma.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register.