El 24 de agosto la Iglesia Católica celebra la fiesta del Apóstol San Bartolomé, también conocido en la Biblia como Natanael. El Apóstol recibió unos dones especiales que hacían que los demonios sintieran terror y espanto ante su presencia.
San Bartolomé predicó en la India y, según el beato dominico Santiago de La Vorágine, al llegar a esa región fue a un templo de Astaroth. Los enfermos creían que este ídolo los sanaba, pero en realidad dentro de la imagen había un demonio que los engañaba.
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El maligno dejó de hacer sus fechorías y muchos enfermos se fueron a buscar “mejoría” en otra ciudad, donde se rendía culto a Berith. Ellos le preguntaron a esa “deidad” qué pasaba con Astaroth, y el demonio que allí habitaba les respondió que su compañero estaba atado con cadenas de fuego y en silencio, tras la llegada de Bartolomé.
Ante la insistencia de estas personas por saber quién era ese hombre y cómo identificarlo, el espíritu maligno describió que se trataba de “un amigo del Dios Todopoderoso”, que por 26 años había usado una túnica blanca con un manto blanco y las mismas sandalias. Pero que ninguno de estos objetos se habían maltratado o manchado.
También indicó que Bartolomé siempre estaba en compañía de ángeles “que impiden que se canse por mucho que camine y que sienta hambre o sed”. Asimismo, les advirtió que sabía lo que iba a pasar, que entendía todos los idiomas y que en ese momento estaba escuchando lo que les estaba diciendo.
Además, señaló que lo encontrarían sólo si Bartolomé así lo quería y les pidió que le suplicaran que no fuera a su ciudad. El demonio quería evitar ser inutilizado por los ángeles del Apóstol. Los enfermos fueron a buscar a Bartolomé, pero no lo encontraron.
Cierto día un endemoniado le increpó a San Bartolomé que sus oraciones lo atormentaban, pero el santo le ordenó que se callara y lo expulsó del cuerpo de esa persona.
El rey de la región se enteró y pidió que le llevaran a Bartolomé. El Apóstol fue a la corte y vio que la hija del rey estaba encadenada. Mandó que la soltaran diciendo que él tenía bien amarrado al demonio que la aquejaba. Cuando la liberaron, la muchacha se curó.
Más adelante, el santo presenció el culto pagano en el templo cercano al palacio y el demonio de aquel ídolo empezó a dar gritos de tormento porque había sido atado. Bartolomé ordenó al maligno que se fuera. Éste obedeció y destruyó todos los ídolos del lugar.
El santo se puso a rezar y todos los enfermos presentes quedaron curados. Un ángel se apareció y le mostró al pueblo el demonio que los había engañado. Era una especie de monstruo oscuro que tenía atadas las manos en la espalda con cadenas de fuego.
El ángel le dijo al diablo que lo liberaría por haber obedecido al Apóstol, pero que debía permanecer en el desierto hasta el final de los tiempos. Finalmente, el espíritu maligno se fue dando alaridos, mientras que el rey, su familia y todo el pueblo recibieron el Bautismo.