Gianluca Loperfido, un italiano de 33 años que supervisó a unos 500 jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud - Lisboa 2023, fue ordenado sacerdote en Bélgica esta semana. El neosacerdote afirma que sigue llevando en su corazón el deseo de servir a los más desfavorecidos, una acción que practica desde su infancia.
"'María se puso en camino y se dirigió a toda prisa hacia la montaña' fue el tema de la última Jornada Mundial de la Juventud, en la que se me permitió participar como supervisor. La Virgen viajó con urgencia para ayudar a su prima Isabel. Sin embargo, no viajó sola, tenía a Cristo en Ella. Así quiero ser como sacerdote: ir pronto a los necesitados, siempre llevando a Cristo conmigo", expresó Loperfido tras recibir el sacramento del Orden.
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El 15 de agosto, Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, fue ordenado sacerdote por Mons. Patrick Hoogmaartens, Obispo de Hasselt, en la parroquia de San Martino, en la ciudad de Genk, al noreste del país.
Gianluca Loperfido, quien nació el 21 de marzo de 1990 en Taranto, una ciudad del sur de Italia, cuenta a ACI Prensa que su predilección por ayudar a los humildes surgió "en su suburbio, donde había muchos problemas por la precariedad del trabajo, la delincuencia, la drogadicción y la pobreza, sobre todo desde los años 70 hasta los 90".
De niño, cuando asistía a la parroquia San Francesco de Geronimo, en Taranto, acompañó al P. Nino Borsci, párroco y delegado diocesano para Cáritas, a servir en varios centros de rehabilitación para personas con adicción a las drogas y al alcohol, y albergues para inmigrantes, refugiados e indigentes.
"Allí mi vocación fue modelada al reconocer en los pobres, inmigrantes y drogadictos el rostro de Cristo. Fue tocando las heridas de Cristo en el sufrimiento que aprendí que la vida es un don para los demás, especialmente para los que sufren y son marginados por la sociedad", relata en la reciente entrevista.
El día de su ordenación, Mons. Hoogmaartens destacó que Gianluca "descubrió el misterio profundo de la fe y la entrega, del compromiso y la alegría desde muy joven, pero nunca desligado de la realidad, del dolor de las personas y de la búsqueda de su futuro".
Agrega que para él "sus años de juventud en Italia fueron principalmente años de compasión en la parroquia y de un contacto muy temprano con el mundo de la pobreza y los refugiados, con el que la parroquia estaba fuertemente comprometida".
"Ya allí, Gianluca descubrió cómo estar cerca de las personas, simplemente escuchándolas y mostrándoles que son valiosas a los ojos de Dios", expresó el Obispo.
Lo que siempre le dio la fuerza para seguir en el camino que Dios le tenía preparado, asegura Gianluca a ACI Prensa, fue la Eucaristía.
"La Misa, la Eucaristía ha sido siempre la fuente de mi alegría. Estaba y estoy enamorado de la Misa, primero por la belleza del encuentro con Cristo y luego por el encuentro y la convivencia con las comunidades. Fueron experiencias maravillosas que marcaron profundamente mi corazón", sostiene.
Gianluca y la razón por la que se mudó a Bélgica
Hace trece años, después de su graduación, decidió mudarse a Bélgica, donde alrededor del 57% de la población se identifica como católica, aunque la participación real en la Iglesia es mucho menor.
"Yo sabía que el Señor me estaba llamando a la misión en Bélgica, una tierra multicultural", relató, pues es un país "pequeño, pero también secularizado, con muy pocas vocaciones sacerdotales y religiosas".
El P. Gianluca conoce de cerca la realidad de Bélgica porque visitaba el país cada año, después de la escuela, para pasar las vacaciones de verano con su abuela en Winterslag, un distrito en Genk.
Hace 60 años aproximadamente sus abuelos se mudaron a este país en busca de un futuro mejor. Su abuelo trabajó durante años en una mina de carbón y su abuela siempre le ha contado sobre la precariedad y las dificultades que atravesaron para criar a sus cuatros hijos, entre ellos, su padre.
"Algunos de ellos también trabajaban en la mina. Estas historias llenas de sufrimiento y también de mucha esperanza me han hecho madurar personalmente, pero sobre todo mi vocación. Todos los años la familia iba de vacaciones a Taranto, la ciudad natal de mis abuelos, y fue allí donde mi mamá conoció a mi papá y formaron una familia con cinco hijos", relata.
En 2011, Gianluca se mudó a Bélgica permanentemente y adquirió experiencia como chef en varios restaurantes en Genk, mientras continuaba su trabajo comunitario en la misión católica italiana del distrito de Waterschei.
El camino al sacerdocio
Durante esos años de trabajo, Gianluca empezó a sentir una "inquietud vocacional" en su interior.
"En el restaurante donde trabajaba conocí a un vagabundo que venía todas las noches después de mi horario laboral a buscar algo de comida. Con el permiso del dueño, todas las noches preparaba algo que sobraba y lo dejaba afuera. Al otro día veía que la comida había sido consumida, sentía una inmensa alegría en mí", cuenta.
Fue precisamente esta experiencia la que le hizo dar el paso hacia el discernimiento vocacional a través de la figura del misionero italiano P. Gregorio Aiello.
"Pronto me di cuenta de que tenía que dedicar y consagrar mi vida a Dios, que me había pedido que dedicara mi vida a los que sufren y están en dificultad. Y esto es exactamente lo que sigo haciendo con gran alegría", expresa Gianluca.
En 2014, el joven ingresó al Seminario Mayor de Lovaina, donde se formó en Filosofía y Teología, y a la par siguió dedicándose a las personas en dificultad.
Durante su tiempo como seminarista, comparte, acompañó "a un grupo de jóvenes gitanos e inmigrantes con las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta de Gante", y aprovechaba todos los veranos para ser voluntario "en centros para discapacitados". Más adelante, como diácono, trabajó en cuatro parroquias en el centro de Genk.
También aprendió español y formó en la fe a un grupo de latinoamericanos cerca de su ciudad, con quienes ahora prepara algunas celebraciones como las de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe y Las Posadas.
Actualmente, como sacerdote, piensa celebrar la Misa en español una vez al mes para la comunidad latina y española.
"Estoy feliz de haber dicho mi 'sí' en Bélgica, una nación que necesita redescubrir la belleza del encuentro con Cristo, donde las vocaciones son escasas y en las iglesias la presencia de los fieles ciertamente no es excesiva", afirma.
El desafío del P. Gianluca para acercar a los jóvenes a la Iglesia
El P. Gianluca sirve hoy en cuatro parroquias, pero a partir del 1 de septiembre será párroco asistente en 11 parroquias en Bree y Bocholt, en el norte de Bélgica. También ayudará en el servicio juvenil interdiocesano de la Iglesia en Flandes (o Región Flamenca de Bélgica).
"La mayor parte del tiempo trabajo con un grupo de jóvenes llamado 'Caminemos juntos en la fe'. Más que con la explicación de la Palabra, trato de hacerles encontrar a Dios a través de experiencias fuertes, como las de las cárceles, residencias, centros de discapacitados, con gitanos, inmigrantes, etc.".
"Creo que esto nos permite reconocer en los sufrimientos del prójimo los del Señor que murió por nosotros, acercándonos así a la fe", agrega.
Según su análisis, en Bélgica hay pocos jóvenes que van a la iglesia debido a la fuerte secularización y al materialismo: "Es una situación casi común a toda Europa. Hemos llenado nuestra vida de tantas cosas, reduciendo cada vez más el espacio para el Señor".
"Al igual que la Iglesia primitiva, debemos volver a ser una iglesia familiar, sencilla pero rica en fe y amor mutuo, redescubriendo que la sencillez es esencial, tal como Jesús nos enseñó", asegura.
Su más reciente trabajo pastoral sucedió en la JMJ Lisboa 2023, a principios de este mes, cuando supervisó a cerca de 500 jóvenes de Flandes.
"Fue lindo prepararse para la ordenación sacerdotal con jóvenes y ver que la Iglesia está viva y llena de entusiasmo. Hay muchos jóvenes en busca de Dios; todos lo estamos de una forma u otra. Esta búsqueda, si se hace en conjunto, nos lleva a descubrir nuevos y maravillosos aspectos de Jesús en el otro, que es nuestro compañero de viaje", declara.
Al concluir la entrevista, señala que "como los apóstoles en el camino de Emaús, debemos aprender a reconocer a Jesús en los encuentros que tenemos, pero sobre todo en los que sufren y son pobres".
"Así podemos descubrir la verdadera alegría de nuestra fe, la verdadera alegría de Jesús", concluye.