En esta nota presentamos las 14 meditaciones de las estaciones del Vía Crucis que preside el Papa Francisco este viernes 4 de agosto con cientos de miles de jóvenes presentes en la capital de Portugal, entre quienes estaban tres que ofrecieron su testimonio de vida.
1. Jesús es condenado a muerte
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Señor, Pilatos firmó el decreto. Firmó el decreto que extinguió Tu futuro. "Este ser humano debe morir; ya no tendrá futuro".
Muchos jóvenes sienten esto hoy, Señor, que nos quitan el futuro. Se nos dice que la vida está llena de oportunidades, pero es difícil ver dónde están esas oportunidades cuando el dinero no alcanza, cuando no se consigue trabajo y cuando tener acceso a la educación es en la práctica, muchas veces imposible.
Señor, incluso cuando te condenaron a muerte, no te dejaste abatir. Le explicaste a Pilato que no tendría poder sobre Ti si Dios no lo permitía. Y con el Padre a tu lado, seguiste adelante, confiando en el futuro. Enséñanos a hacer lo mismo.
2. Jesús toma la cruz sobre sus hombros
Pusieron sobre tu espalda un pesado tronco de madera. Y ya Te habían torturado. ¡Qué violencia, Señor! Viviste en un mundo violento y fuiste víctima de esa violencia.
El mundo en el que vivimos quizá no sea muy distinto. Guerras, bombardeos, tiroteos masivos, pero también violencia en los matrimonios y en las relaciones, maltrato infantil, acoso escolar, abuso de poder, familias en las que se lanzan palabras que son peores que las piedras.
Te pusieron una cruz en la espalda, pero Tú, Señor, no te rendiste. ¿Dónde encontraste la fuerza para caminar? Te imagino diciéndote a Ti mismo: "El amor triunfará sobre la violencia". Señor, dame la fuerza para amar.
3. Jesús cae por primera vez
Lo siento, Señor, no estoy acostumbrado a ver a mis héroes abandonados en el suelo con la boca llena de tierra. ¿Por qué te has sometido? Es demasiado abandono; es demasiada soledad.
Tú, solo. Así me siento también a veces cuando espero un mensaje que no llega o un abrazo que no aparece. A veces pienso que es culpa mía, que no sirvo para esto y que me cierro en mi mismo; otras veces pienso que vivo en un mundo egoísta en el que cada uno sólo piensa en sí mismo. No lo sé, sólo sé que hay muchos jóvenes solos; incluso cuando están rodeados de gente.
Te miro caído en el suelo. Te imagino levantando la cabeza y mirándome. Te imagino diciendo: "Caigo contigo para levantarte conmigo. Vamos, levántate y avanza. Vayamos juntos".
4. Jesús se encuentra con su Madre
Probablemente, entre los gritos de la multitud, oyó la voz de Su madre. Una voz suave e inconfundible. "Hijo mío. Estoy aquí". Buscaste su rostro. Lo encontraste sereno diciendo "sí" con la cabeza. "Sí". Eso era todo lo que necesitabas ver. Una señal de confirmación. Una señal que venía del amor puro. Como diciendo: "Adelante, comprométete, comprométete con el Bien. Dios te ayudará".
Háblame al oído, Madre de Jesús. Háblame de amor, háblame de compromiso. De compromiso con el Bien. No dejes que me siente a esperar. Esperando el "momento ideal", a la persona ideal, al trabajo ideal, a la Iglesia ideal. No me dejes sentarme y preguntarme, mientras el mundo sigue adelante sin mí y sin lo que yo tendría que darle. María, ayúdame a abrazar mi vocación.
5. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la Cruz
Los soldados obligaron a un hombre llamado Simón a llevar la cruz de Jesús. No se lo pidieron, le obligaron. A la fuerza. Era un campesino. Ni siquiera era romano. No valía, no tenía derecho a decir si quería o si no quería.
Hoy, el mundo también está lleno de exclusiones e intolerancias. Hay minorías que no tienen derecho a hablar, ni siquiera a existir. En muchos países, ni siquiera puedes practicar tu religión. Muchas personas no pueden expresar libremente sus ideas. Cada grupo quiere imponer su manera de ver y expulsar a quien piense diferente. A veces incluso dentro de la Iglesia. A veces incluso dentro de nuestros propios corazones.
Tú, Señor, has sido víctima de la intolerancia. Pero no te dejaste dominar por el odio. Y por eso puedes ser puente entre todos. Enséñanos a ser constructores de puentes allí donde estemos.
6. La Verónica limpia el rostro de Jesús
Señor, una mujer atravesó la multitud para limpiar tu rostro y tu imagen quedó grabada en su pañuelo. Amar es así, es dejarse conmover por el rostro del otro, aunque esté desfigurado. El rostro del niño que amas, del amigo que amas, del pobre que amas, de la mujer o del marido que amas. El rostro de la Iglesia que amas, aunque esté desfigurado. Amar es dejarse atraer por el rostro del otro.
Pero los jóvenes vivimos en un mundo individualista. Nos han dicho mil veces que lo más importante es nuestra imagen y nuestra autorrealización. Que tenemos derecho a ser felices y que debemos pensar primero en nosotros mismos. Y aquí estamos, egocéntricos, cada uno centrado en su móvil, en su negocio, en su isla, esperando una felicidad que no llega. Porque la verdadera felicidad está en dejarse atraer por el rostro del otro.
7. Jesús cae por segunda vez
¿Otra vez en el suelo, Señor? Cuando caemos una vez, pensamos que fue un accidente, que fueron las circunstancias. Cuando caemos más a menudo, tenemos miedo. Miedo de que haya algún problema profundo en nosotros. Un desequilibrio.
Hoy, Señor, muchos jóvenes tenemos la cabeza complicada. Sufrimos ansiedades y depresiones, problemas de alimentación, agotamiento. A veces nos cuestionamos quiénes somos y si merece la pena vivir. A veces nos sentimos muy deprimidos, con los pies en la tierra. Peor que tener un problema es ser un problema.
Te miro tendido en el suelo. Te imagino diciendo: "Me caigo contigo para levantarte conmigo. Sigue adelante, busca ayuda, ponte de pie y avanza. Vamos juntos".
8. Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén
En el camino, Señor, te encontraste con mujeres que lloraban por Ti: "No lloréis por mí -les dijiste-, llorad por vosotras y por vuestros hijos". No querías lágrimas fáciles que no cambiarían nada. Querías que pensaran en sí mismas y en qué clase de mundo dejarían para la próxima generación, para el futuro.
Nosotros también nos preguntamos cómo será nuestro futuro en este planeta. Asistimos al consumo incontrolado de los recursos de la Tierra, a la extinción de especies, a la devastación de los bosques. Nos asusta el cambio climático y nos sentimos muy inseguros ante el futuro. Y todo esto va asociado a estilos de vida desequilibrados que hacen que algunos mueran de hambre mientras otros enferman por comer en exceso.
Señor, enséñanos a llevar estilos de vida más sencillos, más solidarios, más conscientes de las consecuencias, más cercanos a lo esencial. Más como Tú.
9. Jesús cae por tercera vez
¿Por tercera vez en el suelo, Señor? Temo por Ti, temo que no seas capaz de levantarte. O que vuelvas a caer en cuanto te levantes.
Tal vez quieras acercarte a esos jóvenes que vuelven a caer cada vez que intentan levantarse. Les acusan de ser débiles, de no ser capaces de resistir a las drogas, a la pornografía, al alcohol. Les acusan de refugiarse en sus pantallas hasta el punto de convertirse en adictos. Simplemente no entienden que levantarse puede requerir una fuerza que ya no tienen. Y una fe que ya han perdido.
Te miro tendido en el suelo. Te imagino diciéndole a cada joven con una adicción: "Caigo contigo para que puedas levantarte conmigo. Ve, busca ayuda, levántate y sigue adelante. Conmigo, esta vez, lo lograrás. Vayamos juntos".
10. Jesús es despojado de sus vestidos
Te han despojado, Señor, te han despojado de tus vestiduras. Te miro, sereno y confiado en tu verdad desnuda. Incluso sin ropa Tú no dejas de ser quien eres porque nunca te preocupaste de construir una imagen de Ti mismo. Tú en tu humildad, Tú en tu integridad. Tú en tu verdad.
Pero vivimos en una tierra de espejos donde lo que cuenta es la apariencia, la imagen. Selfies y más selfies. La tiranía del cuerpo correcto y la sonrisa perfecta. Fotos de ti mismo en las redes sociales en poses cuidadosamente estudiadas. Posts artificiales a la espera de los likes de los demás. La terrible sensación de no poder ser nosotros mismos, de tener que vendernos para gustar y no estar aislados. Narcisismos que, al final, nos dejan solos en islas lejanas.
Y Tú, desnudo, igual a Ti mismo, sin vergüenza de ser quien eres. No viviste para la imagen, sino para el Bien. Enséñame, Señor. Dame la fuerza para ser diferente, para no vivir para la imagen, sino en fidelidad a mi conciencia.
11. Jesús es clavado en la Cruz
Un clavo en cada muñeca, un tercer clavo en los pies. Así fue atado. Aún así te gritaban desde abajo: "¿No eres Tú el Hijo de Dios? ¡Baja de la Cruz!". Pero la Cruz no era una situación en la que te encontrabas por casualidad; era la consecuencia inevitable de no haber renunciado a amar hasta el final. La confrontación entre el amor y la violencia del mundo.
Hoy en día, muchas personas tratan desesperadamente de huir de situaciones inhumanas. Huyen de la guerra, del hambre, de la falta de agua, de la persecución política. Su casa ya no es su refugio, sino el lugar probable de su muerte. Intentan encontrar refugio en algún otro lugar del mundo, al que algún día puedan llamar "hogar".
12. Jesús muere en la Cruz
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Te abandonaste en los brazos del Padre. Exhalaste el último suspiro y moriste. Y contigo murieron todas las palabras que no pudiste decir, todos los abrazos que no pudiste dar, todas las curaciones que no pudiste realizar.
Parece un desperdicio, Señor. ¡Cuántas cosas buenas podrías haber hecho en unas cuantas décadas más de tu vida! Y, sin embargo, tus palabras fueron: "Todo está cumplido". No quedó nada por hacer. Porque allí, en la Cruz, nos dejaste todo lo necesario para salvarnos: puro amor, aunque fuera impotente y aparentemente inútil.
Hoy sólo cuentan los que producen. Los ancianos no cuentan, los discapacitados no cuentan, los parados no cuentan, los soñadores no cuentan. Y no cuentan los juegos de los niños, tantas veces obligados a trabajar para ganar dinero o a estudiar cada vez más para ser un día "verdaderos triunfadores" en el mercado laboral.
Sin embargo, lo que salva es el amor. ¡Escóndeme en tus llagas de amor, Señor!
13. Jesús es bajado de la Cruz y entregado a Su Madre
Piedad. Jesús en brazos de María. Un hijo en el regazo de su madre. La verdad más pura del amor desinteresado. La Palabra que descansa en el silencio.
Y nosotros, perdidos en un mundo saturado de palabras apresuradas, de información, de noticias, de publicidad, de intereses, en el que ya no sabemos qué es verdad y qué es mentira, ¡ni sabemos a quién creer!
Señor, no tengo que saberlo todo, no quiero saberlo todo. Sólo quiero saber lo que es importante saber para ser mejor persona y crear un mundo más humano. Dame un gran amor por todo lo que en el mundo es puro y verdadero y sencillo y humano.
14. Jesús es depositado en el sepulcro
El cementerio. El fin. Cuando la piedra rodó sobre la entrada del sepulcro, parecía que todo había terminado definitivamente. Parecía, Señor, que Tú y tu camino de amor no habían sido más que una ilusión. Una engañosa esperanza en un hipotético triunfo del bien sobre el mal. Parecía que todo se había acabado, que había que ser realistas, que el mundo era realmente para los listos y no para los que sueñan con el bien, como Tú.
Muy a menudo en nuestras vidas parece no haber futuro. No vemos ninguna luz al final del túnel. Nos da miedo mirar hacia delante. No podemos tomar decisiones, no vemos por dónde puede seguir la historia, sólo vemos el camino bloqueado por grandes piedras ante nosotros.
Es entonces cuando necesitamos oír la voz de María. Nos habla de los finales que son comienzos, de la aparente muerte de un árbol en invierno cuando apenas se está preparando para florecer en primavera. De las tumbas que son puertas a la resurrección.