En Lisboa, sede de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) 2023 que se realizará en pocos días, se encuentra un emblemático templo que encierra los restos de un antiquísimo mártir y la señal de una lucha entre San Antonio de Padua y el demonio.
De acuerdo a la página web de la Catedral de Lisboa, esta iglesia es la más antigua de la ciudad. En 1147, el primer rey de Portugal, Afonso Heriques (Alfonso I de Portugal), le arrebató Lisboa a los árabes, y desde aquel entonces se empezó a edificar el templo. Se erigió en el mismo lugar donde estaba ubicada una mezquita musulmana.
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La construcción finalizó a inicios del siglo XIII, y a lo largo de los siglos ha sufrido numerosos cambios y modificaciones. Desde 1910 es considerado Monumento Nacional.
Entre sus principales tesoros espirituales están las reliquias de San Vicente, el mártir más antiguo de España y que cuenta con mucha devoción en la zona desde muy antiguo.
El Rey Henriques fue quien ordenó que se trajeran sus restos a la capital portuguesa. En el camino, unos cuervos protegieron la embarcación y por eso en el escudo de Lisboa aparecen estas aves, un barco y las olas del mar.
Se vio conveniente que los restos de San Vicente se quedaran en la Catedral y están allí desde 1173, por lo que el santo es considerado patrón de Lisboa.
Décadas después, muy cerca de allí, nació San Antonio de Padua (1195-1231), que los lugareños llaman San Antonio de Lisboa.
En esta Catedral fue bautizado y se conserva hasta hoy el interior del baptisterio, donde el santo fue hecho cristiano. Además, aquí fue educado por los clérigos y cantó en el coro.
Según el sitio web de la Catedral, en la pared de la escalera que lleva al coro alto está la cruz de San Antonio.
Se dice que, siendo estudiante del colegio de la Catedral, el demonio quiso tentarlo en esta zona, pero el futuro franciscano y Doctor de la Iglesia lo alejó con un signo.
De acuerdo a la revista "Mensageiro de Santo António", de los Frailes Menores Conventuales, este suceso quedó plasmado también en un canto, que indica que el pequeño San Antonio vio pasar cerca de la Catedral a una hermosa mujer judía.
Él se quedó tan impresionado con su belleza que un día, subiendo las escaleras del coro, se le apareció sonriente la muchacha. En medio de su aturdimiento y deseo, invocó la ayuda del Señor y trazó una cruz, con lo cual el demonio bajo la apariencia de la chica se desvaneció.
La Catedral indica que dicha señal se puede ver grabada en la pared y que este prodigio podría haber sido el primer milagro del santo.