Cuando el Cardenal italiano Giorgio Marengo llegó por primera vez como sacerdote misionero a Mongolia hace 20 años, su misión instaló dos yurtas (tiendas redondas) en la estepa, una para actividades y otra para ofrecer Misa.
"Nos enviaron a un área lejana donde la Iglesia nunca había estado antes", recordó el Cardenal. "Después de un largo proceso para obtener los permisos necesarios, finalmente obtuvimos un terreno, vacío, nada", añadió.
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Los misioneros católicos, que habían pasado tres años estudiando el idioma mongol como preparación, se preguntaron: "¿Por dónde empezamos?". Decidieron comenzar orando.
"Estábamos rezando, celebrando la Sagrada Eucaristía en mongol, por lo que la gente del vecindario comenzó a entrar en el ger [palabra mongol para yurta] y observaron a estos divertidos extranjeros que rezaban", añadió el Cardenal Marengo.
"Nos dijeron: 'Sentimos que había algo especial en esta ger, esta yurta'".
La evangelización comienza con la oración -explicó el Purpurado en una conferencia organizada esta semana en Roma por The Lay Centre-, y Mongolia, que contiene algunos de los lugares más remotos del mundo, se presta a la oración contemplativa.
Asimismo, el Papa Francisco será el primer pontífice en viajar a Mongolia cuando visite la capital Ulaanbaatar del 31 de agosto al 4 de septiembre. En este país habitan 1.450 católicos, siendo "una de las comunidades católicas más pequeñas del mundo", según el Cardenal Marengo.
El Purpurado, que dirige la prefectura apostólica de Mongolia, indicó a la prensa, luego de su conferencia, que el deseo del Pontífice de visitar una comunidad católica tan pequeña muestra que el "corazón del Papa arde de amor por la Iglesia universal, y especialmente por la Iglesia donde vive en un contexto minoritario".
El sueño de un monasterio católico
Entre 1924 y 1992, Mongolia fue un estado socialista aliado de la Unión Soviética, y durante este periodo el panorama religioso del país, que alguna vez fue el corazón del budismo tibetano, fue cambiado drásticamente por el régimen comunista.
A principios de siglo, había en Mongolia aproximadamente 110.000 monjes budistas y 700 monasterios.
El Cardenal Marengo recordó cómo un misionero católico francés que visitó lo que hoy es Mongolia a fines del siglo XIX vio la sucesión de monasterios budistas y afirmó: "'Algún día este país tendrá que tener un monasterio católico aquí'".
Bajo el gobierno comunista de la República Popular de Mongolia, muchos monasterios fueron destruidos y cerrados y unos 17.000 monjes budistas fueron asesinados, mientras que muchos otros renunciaron a la vida religiosa.
Con la caída de la Unión Soviética, un movimiento buscó reconstruir los monasterios destruidos, sin embargo, aproximadamente el 40% de la población sigue siendo atea o sin religión.
En medio del modesto renacimiento religioso del país, el Cardenal Marengo comparte el sueño de su predecesor misionero y piensa que el establecimiento del primer monasterio católico contemplativo en Mongolia "sería la forma de evangelizar de manera más efectiva".
"Y esta es una de las oraciones que pedimos, para que un día también tengamos un monasterio católico donde se vea, se experimente, se ofrezca la oración contemplativa católica. Y creo que hará una diferencia en la evangelización", afirmó.
"Susurrando el Evangelio"
En ese sentido, el Cardenal Marengo, quien a los 49 años es el Purpurado más joven del mundo, ha hecho grandes esfuerzos para sumergirse en la cultura mongola, incluidos años de estudio intensivo del idioma, antes de comenzar su misión.
Ahora, después de más de 20 años como misionero en Mongolia y como jefe de la Prefectura Apostólica de Ulaanbaatar, que tiene jurisdicción sobre la totalidad del país, el Cardenal puede hablar sobre los aspectos únicos de la cultura mongola que influyen en la forma en que los misioneros católicos abordan la evangelización.
"Es bastante evidente que en el contexto mongol se le da especial importancia al susurro y, en general, a hablar en voz baja, no sólo como parte de la etiqueta local, sino incluso como una forma distinta de transmitir valores, e imagínense lo difícil que es para un italiano hablar con un tono de voz más bajo y sin usar las manos", bromeó.
El Purpurado agregó que cuando nace un bebé en Mongolia, hay un ritual especial de nombramiento en el que el pequeño, de semanas de nacido, es lavado con un caldo de cordero dentro de la yurta, mientras la madre, que lo tiene en brazos, le susurra por primera vez su nombre tres veces.
"He asistido a este ritual varias veces y es muy conmovedor", expresó el Cardenal.
A través de su vida y obra en Mongolia, el Purpurado ha llegado a entender "susurrar el Evangelio" como un tipo de comunicación que se da sólo en el contexto de una relación o amistad y con confidencialidad y discreción.
"Se necesita mucho tiempo para sumergirse en una cultura hasta el punto en que se ha construido esta relación vital. Ya hay un canal abierto a través del cual puedes compartir lo que es más importante y precioso para ti, el Evangelio de Jesús", dijo.
El Cardenal italiano explicó que el proceso de inculturación del Evangelio lleva siglos y es un proceso protagonizado por la gente del lugar "que ha acogido la fe en Cristo y que ha reinterpretado su propia vida a la luz del Evangelio".
"El Evangelio tiene que ser anunciado porque es un elemento de empoderamiento de las culturas y de ayuda para abrirse a nuevas dimensiones. Y si la evangelización no llega al corazón de la cultura, está destinada a ser como pintura superficial que se agrieta y se desvanece", añadió.
En su conferencia en Roma, el Cardenal misionero subrayó que es "fundamental que el Evangelio sea anunciado" hoy.
El Papa San Pablo VI reiteró esta necesidad en 1975 en su encíclica sobre la evangelización, Evangelii nuntiandi, en respuesta a "algunas importantes escuelas de pensamiento basadas en el relativismo, para las cuales cualquier intento de proponer el Evangelio habría sido visto como potencialmente perturbador", explicó el Cardenal. Señaló que la rebelión intelectual del siglo pasado contra la idea de la evangelización misionera "hoy ha dado paso a una búsqueda más humilde de autenticidad y profundidad".
Puso como ejemplo a San Pablo, que encarna "cómo un discípulo puede convertirse en un verdadero misionero, ya que toda su vida ha sido transfigurada por el encuentro con Cristo".
"El Evangelio, que es el centro de la misión evangelizadora de la Iglesia, no se puede ocultar", señaló. "Se tiene que ofrecer libremente, incluso teniendo en cuenta que puede ser malinterpretado, que puede crear algunos problemas", advirtió.
"El Evangelio tiene que ser vivido y mostrado por el testimonio de quienes lo viven", concluyó el Cardenal Marengo.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en CNA.